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El espectro variopinto de precandidatos y precandidatas presidenciales en Colombia genera sentimientos encontrados.
Esa explosión de precandidaturas puede ser leída como manifestación de vitalidad de la democracia colombiana en un contexto de diversidad. También puede ser leída como síntoma de fragmentación social y política y, por sobre todo, como corolario de la crisis de los partidos políticos.
Hay de todo como en botica en materia de precandidatos: derecha cada vez menos diestra y cada vez más quietista, derecha democrática, izquierda democrática, izquierda cada vez más siniestra, centro light descafeinado, militantes partidistas, movimientos ciudadanos por firmas, filoestatitas mercadofóbicos, mercadocéntricos estadofóbicos, centralistas y autonomistas, hombres y mujeres, iconos identitarios étnicos y colectivos Lbgti, creyentes, agnósticos y ateos, millonarios y ciertamente, ninguno para dificultades para pasar el fin de mes.
Los hay que galopan sobre los lomos del resentimiento y quieren acabar con todo y los que galopan sobre los lomos del arribismo y se resisten a cualquier tipo de cambio.
Algunos de ellos se muestran proclives a discursos mesiánicos y estilos populistas. Unos petristas por acción, otros petrificados en la oposición. Algunos abrazan banderas y rictus tecnocráticos.
A la fecha, los precandidatos no han hecho anuncios que permitan marcar diferencias programáticas; por ahora se les puede clasificar, al rompe, entre defensores de Petro y críticos de Petro; los primeros son petristas por acción, los segundos, se encuentran aún petrificados en sus agendas de oposición.
De muy pocos se conocen sus cuerpos de doctrina, su antropología, su visión de sociedad civil y de Estado.
Todo esto se decantará con el paso de los días, y ojalá, mas temprano que tarde, emerjan candidatos o candidatas aptos para cohesionar una sociedad perpleja y rota en medio de laberintos de valores, torres de babel, diversas incertidumbres, sobredosis de nanoideologías con déficit de ideas y de tesis inspiradoras capaces de inspirar rutas democráticas para que Colombia logre ser comunidad de propósito como país y comunión de sentido como nación.
Parece que todos los precandidatos y precandidatas asumen que la institución presidencial en Colombia está ajena a la crisis latinoamericana de los regímenes presidencialistas y creen que solo basta llegar a la presidencia y que ello es de suyo es el ábrete sésamo a soluciones que den respuesta viable a complejos problemas que tiene el país en materia de seguridad, sostenibilidad económica, social, ambiental, energética, alimentaria, corrupción, cohesión nacional, autonomía municipal, unidad territorial, e identidad en el concierto de las naciones.
¿Qué tienen para decir los precandidatos o precandidatas presidenciales respecto a la crisis del presidencialismo en Colombia? Qué proponen para que esta crisis sea oportunidad de cambio edificante?
Señores (as) precandidatos y precandidatas: no hay desilusión mala porque no hay ilusión buena. El país no necesita ilusionismos ideológicos, necesita sí, ideas creativas, ideales inspiradores y ruta de acción.
Clave ganar gradientes de realidad y evitar realities faranduleros.