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Analistas 10/02/2023

¿Que Viva viva o que Viva muera?

La República Más

Con más de una década operando, la empresa de aviación Viva logró desarrollar en el país un servicio de transporte aéreo de bajo costo y gran valor, con itinerarios directos que conectan diversas ciudades sin realizar forzosas escalas en Bogotá, muchos de ellos, sin oferta adicional por parte de otras aerolíneas.
Viva como empresa privada que presta de el servicio público esencial de conectividad aérea, vale “oro” para las ciudades que atiende y pasajeros que transporta. El sentido común dice que el presente y futuro de la organización merece toda la consideración.

El empleo de calidad y nivel que genera aquilata su valor social, tanto más cuanto sirve a uno de los sectores más golpeados por la pandemia, el turismo, de cuyo vigor se espera además, sea alternativa en materia de un modelo desarrollo económico que propone avanzar hacia la transición energética.

Hoy la viabilidad de Viva está comprometida por múltiples factores externos a ella y su acceso al más cierto camino de salvamento, que es su integración con Avianca, la tienen como en un “corcho en remolino” debido, de una parte, al talante dubitativo de las autoridades competentes, y de otra parte, a la agenda mediática que tramitan otras empresas del sector que, dando vueltas en círculos desde el aire, animan el marchitamiento de una empresa que ofrece miles de empleos y un servicio misional competente.

Es cuando menos paradójico, y algo populista, que se empleen argumentos de la sana y necesaria protección del principio de libre competencia en servicios aéreos por parte de actores de la industria y sus asesores jurídicos, dejando como único camino la desaparición de una empresa par; es una suerte de fratricidio o filicidio si se observa con detalle; no parece muy coherente y noble competir con aquello que dejamos morir.

En concurrencia, otras voces, afortunadamente pocas y aisladas, promueven como alternativas de solución una intervención estatal mediante la toma de “control” o una eventual compra de la empresa, sin ponderar el claro impacto que ello podría tener sobre las finanzas del Estado y las prioridades de la inversión pública. Una solución “estatista” no ofrece garantía de sostenibilidad para este reto empresarial y sectorial; en cambio, el Estado y el gobierno que le lidera, amigo de potenciar audaces misiones que impliquen alianzas público-privadas para atender asuntos de interés común como lo propone la economista Mazzucato, puede tener en Viva y Avianca integrados, un aliado privado sólido para aunar esfuerzos en pro de la conectividad aérea interna y externa del país.

El negocio aéreo no solo es de gran sensibilidad, sino también de grandes requerimientos de competitividad, dada la necesidad de armonizar las posibilidades del mercado que atienden con los altos costos tanto operativos como financieros.

Ha sido de público y transparente conocimiento la solicitud legítima de integración de Viva con Avianca, la cual se inspira en posibilidades de acceso a condiciones de economía de escala que le retornarían a la primera su viabilidad, sin renunciar a las condiciones con las que ha venido prestando sus servicios, con garantías de condiciones de cumplimiento ofrecidas por Avianca para la protección a la libre competencia y derecho de pasajeros y competidores.

Esta integración, sería una sólida oportunidad de avanzar hacia una alianza público-privada estratégica con la aerolínea estatal Satena para buscar beneficios a la Colombia profunda y a la integración con países vecinos.

Todo apunta a que la integración de Viva con Avianca es el mejor camino para salvar empresa y empleos, mantener y mejorar la senda de recuperación y proyección del sector aéreo en Colombia y consolidarlo en el contexto Latinoamericano.

Viva vale oro y el tiempo, que también vale oro, va pasando inexorablemente.

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