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La Iglesia Católica trabaja en el “Sínodo 2021-2024 , por una iglesia sinodal: comunión, participación, misión. 16 Asamblea Ordinaria del sínodo de los obispos”, convocado por el Papa Francisco.
En este mes de octubre se reúnen en el sínodo, con el Papa a la cabeza, cientos de obispos, sacerdotes, religiosos, laicos y personas ajenas al ministerio episcopal, incluidas mujeres y jóvenes, con voz y voto, lo que representa una valiosa novedad.
En el propósito de “caminar juntos” y escucharse empáticamente, el pueblo católico en este sínodo hará discernimientos profundos sobre valores y prácticas que puedan contribuir a que el catolicismo, fiel a su tradición, siga siendo luz guía en soluciones a retos que la humanidad enfrenta en el tercer milenio.
Caridad, fraternidad, bien común hacen parte del ADN que la iglesia ha venido promoviendo antes y después del concilio vaticano segundo; su pensamiento social es hontanar de ideas inspiradoras para católicos y personas de buena voluntad.
Teologías que tratan asuntos puntuales como liberación, cuerpo, ecología, pueblo, y teologías que remiten a realidades específicas de diferentes latitudes donde se hace presente la iglesia, están vigentes y entreveradas participando en misiones y diversas pastorales de la iglesia.
El cuerpo de doctrina social de la iglesia, así como diversas teologías, van a desembocar en el diálogo sinodal, diálogo no exento de tensiones como es apenas natural a una comunidad plural, compleja, diversa, llamada a cambios necesarios para actualizar su potencial de servicio y guía, teniendo buen cuidado de preservar de la tradición, no inertes cenizas, como sí, el fuego inspirador y vivificante.
En este contexto, el principio y valor de la solidaridad, así como las diversas prácticas solidarias de caridad, justicia y liberación, pueden llegar a ser elementos que aglutinen y potencien la labor misional y comunitaria de la Iglesia.
La solidaridad interactúa de manera edificante y crítica con valores como libertad, igualdad y fraternidad; evita libertinajes, igualitarismos y sectarismos y promueve autonomías responsables y sostenibles, dignas diversidades e inclusión ecuménica.
La solidaridad implica comunicación social y política, tiene potencial de comunidad y vocación de comunión; es indeclinable apuesta por la dignificación de la persona como sujeto antropológico central la vida cristiana; en perspectiva solidaria, la persona acoge y trasciende al individuo subsumido en su privacidad, al ciudadano reducido a lo público y a la criatura absorta en su confesión.
La solidaridad es escucha que dignifica, capaz de integrar gracia, libertad, autonomía, responsabilidad y obras; capaz de transformar sistemas políticos, económicos y culturales en modelos sostenibles y acoger al otro más allá de adjetivas identidades de raza, credo, género, estrato social, comprometida a fondo con la sustantiva dignidad que representa cada persona y cada comunidad en sus rasgos únicos e irrepetibles.
Solidaridad: bordón axiológico para caminar juntos; salir del sí mismo y encontrarse en el otro; aprendizaje de amor, “el verbo más parecido a amar es escuchar”. Siempre será liberador la solidaridad que invita a pescar con otros como cotidiano aprendizaje.