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En un mundo protagonizado por autoritarismos y democracias permeadas por ideas populistas de izquierda y de derecha, un discurso liberal como el de la victoria del presidente electo de Argentina Javier Milei es refrescante y esperanzador. Acostumbrados ya en Colombia a alocuciones interminables llenas de poesía, vaguedades y falacias, brilla por su exoticidad un mensaje claro y contundente sobre la libertad como eje del futuro de un país.
El caso de Milei debería ser atentamente estudiado por quien pretenda realmente ser una alternativa de oposición al progresismo que gobierna en Colombia. Dejando atrás la jerga especializada y la distancia soberbia del tecnócrata, Milei supo cautivar a 56% del electorado argentino con un discurso liberal sencillo, pero contundente, acompañado de elementos irracionales como cantos futboleros y una estética rockera. Contra todo pronóstico, su solidez conceptual, vehemencia y persuasión lograron derrotar a la maquinaria populista más grande de Latinoamérica.
Más allá de sus excentricidades y contradicciones en la relación del Estado y la moral, es destacable la claridad de su mensaje, centrado no en inventar una receta intervencionista inédita, propia de los megalómanos totalitarios, sino en realmente aplicar probadas ideas clásicas liberales. Como destacó en su discurso, “esas ideas se basan en tres premisas muy simples: un gobierno limitado, el respeto a la propiedad privada y el comercio libre.”
En una época caracterizada por el crecimiento indetenible del Estado en todos los ámbitos de la vida humana, es admirable que un individuo atrapado en uno de los populismos progresistas más nocivos del planeta haya puesto de moda de nuevo ideas del siglo XIX y haya logrado ser elegido presidente gracias a éstas.
Cabe recordar que la puesta en práctica del liberalismo clásico fue esencial para que se generaran los incentivos del crecimiento económico, incipiente en los siglos anteriores de la humanidad. Por ejemplo, mientras el ingreso real per cápita en Inglaterra apenas creció 2,5 veces en seis siglos entre 1200 y 1800 d.C. (de US$1.300 a US$3.360 constantes con precios de 2011), este se triplicó durante el auge del liberalismo clásico en apenas 150 años desde 1800 a 1950 (de US$3.360 a US$11.061). Por su parte, en este plazo, en Europa Occidental la pobreza extrema se redujo de 70% de su población a 21%, aún teniendo dos guerras mundiales en medio (Maddison Project Database).
Ahora en 2023, en el sur de un subcontinente apaleado durante décadas por el populismo, resurgen estas ideas olvidadas que tanto progreso trajeron a la humanidad y buscan ser aplicadas para revivir a un gigante, como lo fue Argentina alguna vez durante el apogeo de las ideas liberales durante el siglo XIX.
Esperamos que para 2026 en Colombia exista un esperanzador proyecto liberal que cautive a los descreídos y pueda reparar los fuertes daños que está dejando el caótico gobierno extremista del presidente Gustavo Petro. Seguramente su empeño en repetir muchos de los errores que llevaron a Argentina a la tan lamentable situación actual creará el contexto apropiado para alternativas basadas en el regreso del olvidado liberalismo clásico.