MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
Ante la promesa masiva de un intervencionismo estatal en todos los frentes y una colección creciente de fotos amistosas entre el nuevo Gobierno y los regímenes que han favorecido la expansión metastásica de lo público en la región, es buen momento de recordar por qué fracasan los países y por qué Colombia no está exenta de ese riesgo.
A pesar de su simplicidad desconcertante para muchas ideologías basadas en la victimización de minorías, la lucha de clases y la satanización del capitalismo, sigue siendo un postulado económico que “casi todas las variaciones de los niveles de vida pueden atribuirse a las diferencias existentes entre los niveles de productividad de los países; esto es, la cantidad de bienes y servicios producidos por cada unidad de trabajo”, como lo resalta Gregory Mankiw. Por ello, es labor esencial del Estado propiciar un entorno favorable para producir, emprender e innovar; no destruirlo.
Desafortunadamente, la supuesta proactividad de los Estados latinoamericanos para combatir las injusticias sociales ha demostrado ser es un pretexto para la creación y apropiación de rentas estatales, en detrimento de las actividades productivas. Con el estudio minucioso de diversos casos, tales como los de Corea del Norte, México, Argentina, África Subsahariana y Colombia, entre otros, Daron Acemoglu y James Robinson demostraron que las sociedades suelen fracasar porque sus instituciones económicas no crean los incentivos necesarios para que la gente ahorre, invierta e innove. A su vez, las instituciones políticas extractivas apoyan a estas instituciones económicas para consolidar el poder de quienes se benefician de dicha extracción. “Las instituciones políticas y económicas extractivas, aunque varíen en detalles bajo distintas circunstancias, siempre están en el origen de este fracaso.”
En línea con lo anterior, Douglass North, premio Nóbel de Economía en 1993, destacó el papel de las instituciones en el desempeño económico de una sociedad, entendidas como restricciones que condicionan las interacciones políticas, económicas y sociales, que en el largo plazo determinan los resultados económicos en una sociedad. Estas restricciones se concretan en reglas formales (constituciones, leyes, derechos de propiedad) e informales (sanciones sociales, tabúes, costumbres, tradiciones, prácticas, códigos de conducta) que generalmente contribuyen al mantenimiento de un status quo dentro de un mercado o una sociedad.
Las instituciones son importantes porque de ellas depende en gran medida la estructura de incentivos que marcan la interacción entre las personas en una sociedad. En los países donde persiste la baja productividad, como Colombia, es común observar que las instituciones no generan los incentivos adecuados para el desarrollo económico y no cumplen su función esencial de reducir las incertidumbres y costos de transacción que surgen a partir de la interacción humana. En palabras de North,“si la matriz institucional premia la piratería (o, más generalmente, a las actividades redistributivas) más que a la actividad productiva, el aprendizaje [del ser humano] tomará la forma de aprender a ser un mejor pirata’’.
Con un Congreso y un nuevo Gobierno volcados hacia “combatir injusticias sociales”, estamos ante una inminente creación masiva de instituciones extractivas y rentas estatales en varios frentes. Colombia está en alto riesgo de fracasar.