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El nuevo enemigo cotidiano del Petrismo es el “Neoliberalismo”. Según el Twitter del Presidente y de su séquito de políticos e influencers, el “neoliberalismo” es culpable de todos los males de Colombia, incluyendo las consecuencias negativas de la pandemia, el reducido número de pensionados, el bajo desarrollo del campo, el desempleo, la crisis alimentaria, la inseguridad en Bogotá y hasta la desviación del río Cauca. La abolición de todo lo “neoliberal” parecería ser entonces la receta obvia para arreglar el país.
¿Es Colombia un país neoliberal? El neoliberalismo es un término que usualmente recoge ideas que favorecen: (i) la reducción del tamaño del Estado, la austeridad fiscal, el recaudo minimizado de impuestos y la privatización; (ii) la maximización de la economía de mercado, basada en la competencia y la desregulación de la actividad económica; y (iii) la apertura generalizada al comercio internacional.
Sobre lo primero, Colombia es un Estado grande para el tamaño de su economía. Según un análisis realizado por el Líder de Investigaciones Económicas de Corficolombiana, Juan Ignacio López, nuestro país tiene un gasto público muy superior al de la mayoría de los países de la Ocde, cuando tenían nuestro mismo nivel de ingreso. Mientras el gasto público de Colombia es de 34% del PIB, cuando Australia, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Japón, Noruega, Países Bajos o Suecia tenían nuestro ingreso per cápita, su gasto estatal no superaba 25% de su PIB. El gasto público se ha triplicado en proporción al producto desde la Constitución de 1991. Y, por el lado del minimalismo tributario, en 2021 Colombia tenía la tercera tasa efectiva de tributación corporativa promedio más alta de la Ocde, estando lejos de ser un paraíso libertario.
Sobre lo segundo, Colombia tiene una economía supremamente regulada donde se restringe fuertemente la autonomía de los actores en los mercados. Tenemos una regulación siempre creciente, más aún desde la Constitución de 1991, desde la cual existen 2276 nuevas leyes y más de 62,000 decretos expedidos desde dicho año -de los cuales 13,357 de contenido sustancial estaban vigentes hasta 2019-, según el Observatorio de Mejora Normativa del Departamento Nacional de Planeación. Las más diversas actividades, tales como los servicios financieros, la salud, la educación, la producción y distribución de alimentos, la producción de hidrocarburos, el arrendamiento de bienes inmuebles, el transporte o el servicio doméstico están ampliamente reguladas, restringiéndose desde varios frentes la voluntad privada e imponiéndose significativas barreras de entrada.
Sobre lo tercero, pese a tener 17 acuerdos comerciales vigentes, Colombia no ha sido un país particularmente abierto al comercio internacional. Desde 1991, año simbólico de la supuesta invasión del “neoliberalismo” a Colombia, según un estudio del Banco de la República (2018), el porcentaje de productos importados por Colombia sujeto a alguna medida no arancelaria pasó de 27% a 76% en 2014 y el porcentaje del valor importado sujeto a alguna restricción aumentó de 41% a 85% en ese periodo. El estudio concluye que “el examen de las medidas no arancelarias muestra que el comercio exterior colombiano siempre ha estado expuesto a grandes restricciones no arancelarias”.
No, por donde se le mire, Colombia no es un país neoliberal. Habrá que buscar otro enemigo interno.