MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
En Latinoamérica el populismo progresista llegó para quedarse, acentuando el declive mundial de la democracia y de las ideas liberales. Para poderlo enfrentar, hay que conocer a profundidad sus características:
Primero, el Populismo utiliza la irracionalidad como fuente principal de seguidores. Capitaliza los fallos y los sesgos cognitivos de las personas. Dentro de los fallos cognitivos destacan (i) los prejuicios, creencias sin sustento fáctico basadas en juicios arbitrarios cargados emocionalmente; (ii) la superstición, creencia insostenible racionalmente, invulnerable a la evidencia en contra y explicada con tintes sobrenaturales o mágicos; (iii) el dogmatismo, creencia ciega e inmune a priori frente a la crítica y a la contradicción lógica y argumentativa; y (iv) el fanatismo, la incitación a la acción fundada en la defensa de un verdad absoluta opuesta a las demás doctrinas falsas. De otro lado, los sesgos cognitivos más explotados por el populismo son: (i) el sesgo de confirmación, en donde existe una tendencia natural a resaltar la información que está alineada con mis creencias prexistentes; (ii) el sesgo de similitud, en el que se tiende a favorecer las ideas de quien se me parece; y (iii) el “bandwagon effect”, en el que se adopta una creencia porque parece ser las más popular o aceptada socialmente.
Segundo, incorpora un liderazgo carismático asociado a una retórica persuasiva y cargada emocionalmente. La personalidad del líder populista suele tener rasgos exaltados de extroversión, maquiavelismo y narcisismo. Haciendo uso de sus habilidades de comunicación suele auto-asignarse la legitimidad del “Pueblo” y de la defensa de sus intereses contra la élite corrupta. Privilegia en su comunicación el “pathos”, o apelación a las emociones, dejando de lado la consistencia lógica y científica en sus ideas.
Tercero, incorpora un llamamiento “anti-sistema”, exponiendo el status quo como el resultado de una imposición de una élite ante un pueblo oprimido. El Populismo promete desbaratar el orden impuesto conscientemente por la “élite”, negando toda generación espontánea de dinámicas independientes de la sociedad y fomentando el imaginario de un plan estructural de dominación sobre el Pueblo. Este discurso normalmente busca legitimar medidas extremas de redistribución de riqueza al antojo del gobernante.
Cuarto, es esencialmente anti-pluralista. Al asignarse la legitimidad de los intereses del Pueblo, el Populismo termina negando la de cualquier oposición, al identificarla con intereses corruptos de la élite. En esa medida, conduce necesariamente a un totalitarismo ideológico que niega a priori la legitimidad de cualquier alternativa. Dado que personifica la voluntad del Pueblo, el Populismo anula de raíz cualquier perspectiva contraria.
Y quinto, es esencialmente antidemocrático. Según Jan-Werner Müller, para lograr mantenerse en el poder, los regímenes populistas recurren a (i) la apropiación del aparato estatal, minando los mecanismos democráticos de frenos y contrapesos y la división de poderes; (ii) la implantación del clientelismo de masas, intercambiando favores materiales o burocráticos por favor político; y (iii) la supresión de la sociedad civil a través de la obliteración de la oposición, tildada como esencialmente contraria a los intereses del Pueblo. Para acelerar estos fines, suelen recurrir a mecanismos de participación ciudadana directa a fin de evadir controles institucionales o a cooptar la democracia representativa y establecer un orden jurídico favorable a su expansión y perpetuación.