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Analistas 17/11/2022

Más Porter, menos Mazzucato, P.2

Andrés Felipe Londoño
Asesor en transformación digital legal de servicios financieros

El Estado puede aportar con contundencia a la prosperidad del país sin acoger un colectivismo nocivo al que nos expone una teoría planificadora como la de Mazzucato ni caer en un extremo “laissez faire” del liberalismo clásico. El éxito económico no se logra a través del designio de misiones planificadoras a cargo de burócratas y especialistas que creen tener la verdad revelada y cuyo costo de sus equivocaciones es asumido impunemente por quienes pagamos impuestos; un país sale adelante cuando es competitivo y promueve la productividad en su territorio. La competitividad como principal motor del desarrollo es la idea central del libro “On Competition” de Michael Porter, maestro de la estrategia, publicado inicialmente en 1998. Sus ideas sobre cuál es el rol del Estado en la economía deben ser urgentemente recordadas:

Primero, para Porter el principal rol del Estado es mantener una estabilidad macroeconómica y política que genere las condiciones que requiere el crecimiento de ecosistemas productivos. Mantener una inflación baja y unas finanzas públicas sostenibles es determinante para garantizar un entorno favorable para los proyectos que emprendan los individuos y las empresas en un país.

Segundo, el Estado debe jugar un papel activo en aumentar la capacidad microeconómica del país, promoviendo el desarrollo de sus determinantes como la educación especializada, infraestructura física apropiada e información económica relevante. Este rol se concreta en el potenciamiento de los cuatro elementos del conocido “Diamante de Porter”: las condiciones de los factores (infraestructura, recursos naturales, capital humano, etc.), industrias de soporte y relacionadas (la existencia de proveedores de calidad e industrias complementarias), las condiciones de la demanda (clientes locales sofisticados y exigentes) y contexto para la estrategia competitiva (incentivos para competir e innovar intensamente).
Tercero, el Estado debe sembrar incentivos para aumentar constantemente la productividad. Esto se logra a través de regulaciones e instituciones que: (i) estimulen la competencia, (ii) creen sistemas tributarios que fomenten la inversión, (iii) protejan la propiedad intelectual, (iv) resuelvan disputas a través de un sistema judicial eficiente, (v) hagan responsables a los administradores por su desempeño, (vi) protejan a los consumidores de los abusos y (vii) garanticen una dinámica regulatoria orientada a la innovación y no a la permanencia del status quo.

Cuarto, el Estado debe remover activamente los obstáculos para el crecimiento económico de los “clústers”, o grupos de empresas e instituciones interdependientes y complementarias. Un clúster es una fuente tangible de prosperidad caracterizada por un ecosistema originado espontáneamente de organizaciones que interactúan entre sí, creando complejas cadenas de suministro y sinergias que favorecen el desarrollo de todos los actores involucrados. Al remover obstáculos de su desarrollo, el Estado se torna en un verdadero agente de incremento de productividad, innovación y emprendimiento.

Porter es el antónimo de Mazzucato. Lejos de una política industrial planificada liderada por el Estado, que fácilmente se degrada en arbitrariedad, desperdicio y corrupción, la apuesta debe ser por un rol estatal al servicio de las dinámicas privadas, en donde prime la promoción de la eficiencias que brinda el orden aleatorio de la competencia y sus círculos virtuosos que realmente desarrollan y enriquecen a un país.

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