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Hace poco, el superintendente financiero abrió el debate sobre la eliminación de la tasa de usura. Se trata de un debate sano si las autoridades realmente quieren proteger a los menos favorecidos.
El mercado de crédito, como todo mercado, se rige por las leyes de la oferta y la demanda. Cuando se impone un límite a las tasas de interés se crea una escasez de oferta que limita la irrigación del crédito. Principios básicos de economía señalan que bajar artificialmente las tasas de interés aumenta la demanda de crédito, pero reduce la oferta. Y al final, nadie gana pues no hay crédito. Como los bancos no le prestan a las personas de menores ingresos a la tasa máxima o a una menor a la de usura, estas personas quedan en manos de los agiotistas, quienes cobran, ellos sí, tasas estrambóticas por los préstamos.
Ya es hora de reconocer en el país que desafortunadamente prestarle dinero a los más pobres es costoso y riesgoso. Las personas de escasos recursos se caracterizan por no contar con fuentes de ingresos estables y formales, no disponen de información que permita conocer a fondo la actividad que desempeñan, no registran historial crediticio, tienen una alta movilidad residencial y muchas veces no tienen garantías idóneas.
Para poder prestarle a los menos favorecidos, las entidades financieras deben emplear metodologías personalizadas de evaluación, seguimiento y control de estos clientes. Esto implica un permanente monitoreo con analistas de crédito, también supone educar financieramente a los deudores. Todo esto cuesta plata. Y el límite de usura impide que se cubran estos gastos. El resultado es que no se le da crédito formal a estas personas y todos pierden, salvo el gota a gota.
Muchos piensan que de eliminarse el delito de usura las tasas de todos los créditos subirán, pues los bancos se aprovecharán. Por eso creen que la mejor forma de controlar a los bancos es limitar la tasa de interés, están equivocados.
Colombia está en la triste lista junto a países como Venezuela, Nicaragua y Ecuador, donde se establecen límites a las tasas de interés. Mientras tanto, los países que tienen alta penetración de servicios financieros tienen una visión distinta. Allí entienden que en realidad si un banco fijara una tasa muy alta sus competidores ofrecerán tasas más bajas para quedarse con los clientes.
En Perú, por ejemplo, el delito de usura no aplica para las entidades financieras, solo para los prestadores informales. En Bolivia no existe un límite a la tasa de interés. Tampoco en Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y México.
La mejor forma para sacar de las manos de los agiotistas a los más necesitados es crear las condiciones para que la banca pueda atenderlos, a tasas de interés superiores a las vigentes, pero sustancialmente inferiores a las del gota a gota.
No se debe dejar de lado que los límites a las tasas de interés han hecho que no existan más bancos en Colombia y por ende que no tengamos los beneficios de una mayor competencia. Los bancos internacionales prefieren irse para otros países de la región que no controlan las tasas de interés y donde además se pagan menos impuestos.
Finalmente, si existiera mayor provisión de crédito, el Estado podría eliminar algunos subsidios, pues los pobres podrían acceder, vía financiación, a muchas cosas. Y en países pobres como el nuestro, no se debe usar el dinero público para solucionar problemas que podría corregir el mercado.