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Si la democracia es un sistema político en el cual la soberanía, entendida ésta como el poder supremo, reside en el pueblo quién elige “libremente“ a sus gobernantes y representantes, entonces estamos presenciando su ocaso y fin. Y decir esto puede sonar a sacrilegio, pues hoy hay unanimidad sobre la defensa a ultranza del sistema democrático como si fuera un dogma. En realidad la defensa del sistema democrático se utiliza como un eslogan, como una bandera sin entender cual es su real significado.
Si bien como concepción política teórica parece ser un ideal, un fin en sí mismo en virtud del cual cualquier persona puede ser elegida libremente por el pueblo, en la práctica hoy no hay nada más ajeno a la realidad. Está visto cómo, especialmente en el siglo XXI, las masas, el pueblo, nosotros somos manipulados, engañados a través de mensajes que prometen, vanamente, un mejor futuro, una solución Ideal que no existe, un rompimiento con lo anterior que no es necesario ni conveniente, movidos, los candidatos, por un afán de obtener el poder por el poder, no para servir realmente a la gente, sino para satisfacer su ego, su afán de gloria y de fama.
Obviamente no se puede generalizar con todos los candidatos ni con quienes han ocupado puestos de poder elegidos popularmente, pero son muy contadas las excepciones que se salvan de la demagogia, del populismo, del afán de lucrarse no sólo en sentido económico sino en satisfacer sus propias vanidades, porque el poder termina siendo para ellos una adicción del cual nunca se van a querer desprender.
Todo lo que menciono anteriormente no es una simple reflexión sino más bien la observación de la realidad política, basta mirar cómo se están manejando las elecciones en Estados Unidos, observar el gobierno actual en nuestro país que vive en un mundo muy ajeno a la realidad de la grandísima mayoría de todos nosotros, crea diferencias donde no las hay, polariza, estigmatiza, desconoce el estado de derecho cuando le conviene , envía mensajes de resentimiento, arrasa en vez de construir sobre lo ya hecho, en muchos casos, sin más fundamento que el deseo y un populismo absolutamente peligroso
Es hora de entender que la democracia como tal está siendo mal aplicada, que de pronto es el momento de reinventarla, así no suene muy popular la idea, que el hecho de que cualquiera, en el sentido más amplio y denigrante de la palabra, se puede lanzar para ser elegido, sin tener una formación, una ética, una moral, una experiencia y una trayectoria reconocidas, constituye una afrenta a lo que debe ser la democracia.
El sistema político y la forma como se está desarrollando es todo lo contrario a su loable pero esquivo fin; manipulados tememos ser estigmatizados si nos manifestamos contra la democracia No hay nada más contrario a lo que queremos, a la supuesta soberanía del pueblo y a sus intereses que el hecho que cualquiera puede ser elegido sin más, valiéndose cualquier artificio, del poder económico, de la capacidad de difusión de su mensaje porque lo que vemos hoy en día no son ideas, no son propuestas reales de progreso, son simplemente mensajes que buscan llegar a las emociones de los electores, aprovechándose de sus necesidades.
Es hora de repensar en un sistema, efectivamente democrático, en el cual no cualquiera puede llegar a ejercer el poder; deben establecerse, legalmente, de forma vinculante, unos requisitos mínimos de experiencia, de trayectoria, de idoneidad, que sean verificables, para que no sean un saludo a la bandera y una cosa meramente formal como son los que existen hoy.
No quiero entrar en la interminable lista de gobernantes y legisladores funestos que hemos tenido y que bajo ninguna circunstancia merecían estar ahí, representándonos, gobernándonos, guiándonos, liderándonos , basta con recordar personas de bien, ilustres compatriotas como Francisco Maturana en La Constituyente y como Maria Isabel Urrutia en El Congreso , para entender que si bien se han destacado en sus campos, sus habilidades, conocimientos y experiencia no son los adecuados para reformar la Constitución, hacer leyes, para ostentar cargos políticos y de representación totalmente ajenos a su bagaje y antecedentes y bajo ninguna circunstancia pretendo quitarle sus méritos o menospreciarlos, porque en sus áreas han sido ejemplo, pero cada cual en su posición, o, ¿nos gustaría ver al presidente Petro como director técnico de la selección Colombia?, No, ahí tampoco!