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En Estados Unidos el Partido Demócrata se encuentra en una disyuntiva a raíz de la floja presentación del presidente Biden en el debate presidencial. Su estado de salud quedó en evidencia ante millones de televidentes, dejando en duda su condición para gobernar, no sólo los próximos cuatro años, sino en lo que resta de su primer mandato. La prensa liberal -que hasta el momento lo había respaldado sin reparo alguno- no tuvo otra opción que reportar lo que ya era evidente. Sumado a la revelación de ocho visitas en ocho meses de un experto en Parkinson a la Casa Blanca, tampoco ayuda.
Esto ha generado una avalancha de críticas de líderes de su propio partido, que ahora claman por su dimisión por temor a ser derrotados en noviembre. La respuesta del Presidente, su familia y su círculo cercano hasta el momento, ha sido el de tratar de calmar las aguas, asegurando que Biden no va a dimitir obligándolo a aparecer en escena y hacer entrevistas, empeorando aún más la situación. Sin embargo, creo que le decisión ya no depende de él, a pesar del abuso al que lo están sometiendo.
Los líderes del partido están en un dilema difícil de resolver. Aunque hasta el momento las encuestas lo muestran levemente rezagado contra su opositor, son conscientes que el actual presidente es el candidato con mayor probabilidad de vencer a Trump. Si Biden se retira y ganan los demócratas, sus seguidores le reconocerán su acto de generosidad y grandeza. Si se retira y pierden, no sería por culpa suya. En cambio, si se queda en la contienda y pierde, será fuertemente recriminado por sus aliados y por su base, que verían en su decisión un acto de egoísmo e individualismo -lo mismo de lo que acusan a Trump-.
La encrucijada consiste en que no existe un candidato fuerte para reemplazarlo. Dentro de la baraja se escuchan los nombres de Kamala Harris, la actual vicepresidenta, Michelle Obama, la esposa de Barack, y Gavin Newsom, el actual gobernador de California. Harris tiene imagen desfavorable y registra mal en las encuestas. Michelle por su parte, representaría un fuerte golpe de opinión y genera simpatía de progresistas alrededor del mundo, pero su único mérito para ser candidata es ser la esposa del primer presidente negro de los Estados Unidos. Newsom es bueno debatiendo y tiene porte presidencial, pero California viene en decadencia y es el epicentro de los problemas migratorios, ambientales y de seguridad, temas centrales de esta campaña.
Yo por mi parte prefiero alguien como el senador de West Virginia, Joe Manchin, un político con trayectoria, que lleva años trabajando con colegas del otro partido, y cuya posición en materia fiscal y económica sin duda alguna atraería a muchos votantes republicanos de centro. Fue quien lideró la aprobación del Inflation Reduction Act, el logro legislativo más importante de la era Biden. Desafortunadamente, reconozco que muy poca gente lo ve como una opción.
El principal argumento de los demócratas a esta altura del partido es que Trump sería mucho peor, es mala persona y sus problemas legales afectarían su juicio para gobernar. Llegará noviembre y veremos el resultado, pero por el momento la campaña pasó de centrarse sobre el riesgo que representa Trump para la democracia americana y para la estabilidad mundial, al peligro de mantener a un adulto mayor sin capacidad cognitiva al frente del botón nuclear.