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Analistas 30/07/2020

Capitalismo en cuidados intensivos

Andrés Otero Leongómez
Consultor en Investigaciones e Inteligencia Corporativa

En la campaña presidencial de los Estados Unidos está en juego un factor determinante para el futuro económico del mundo: el modelo capitalista. El ala de extrema izquierda dentro del Partido Demócrata ha logrado secuestrar la agenda con su retórica anti-capitalista, el llamado “Green New Deal” y su proyecto para desfinanciar a la policía. Liderados por Alexandria Ocasio-Cortez (AOC) y Bernie Sanders, su objetivo es imponer un nuevo sistema socialista en la primera economía del mundo, acabando así con el sueño americano. Independientemente de las pasiones y odios que genera el presidente Trump, hay que pensar cómo este cambio puede afectar a Colombia.

El partido defensor del trabajador de ‘cuello azul’, viene sucumbiendo a las mieles del socialismo, con el fin de ganar adeptos en el electorado más joven y tener una verdadera opción de poder. Su “vocera de facto”, AOC, ya nos dio una pequeña muestra de lo que sería para Colombia un gobierno demócrata, cuando la semana pasada pidió condicionar la ayuda económica si continuábamos con la aspersión aérea. Para ella, la lucha contra el narcotráfico es un tema ideológico.

Alineado con esta forma de pensamiento, Gustavo Petro lleva años tratando de volcar al país hacia la plataforma del Socialismo del Siglo XXI. Con su retórica de lucha de clases, ha logrado construir un electorado respetable que casi lo lleva a la presidencia en los comicios pasados. Sus antiguos aliados: Robledo; Claudia López; Fajardo; y una parte importante del Partido Liberal, coquetean con esta corriente con el fin de acercarse al solio de Bolívar.

Lo peor de todo es que la pandemia les ha ayudado a avanzar en su estrategia a pasos agigantados. La cuarentena rígida -aunque justificable- ha traído grandes pérdidas económicas para el país, una caída sustancial del PIB y una tasa de desempleo inigualable. Muchos empresarios medianos y pequeños están a punto de reventar, obligados a despedir personal, a no pagar arriendos y a cerrar comercios e instalaciones. Miles de emprendedores desde Pasto hasta Cartagena ya no aguantan más.

Si se fractura el capitalismo no se empobrecen Bezos, Gates o Zuckerberg, perdemos todos. El vendedor en una compañía que paga la cuota de su casa a plazos; el propietario del taller de carros; el dueño de la miscelánea del barrio; el de la cafetería del edificio de oficinas; el agente de viajes; el que organiza eventos empresariales; el socio de una firma pequeña de abogados o consultoría; el médico en su consulta privada. En fin, ejemplos hay miles.
El problema es que mientras los fondos del Gobierno Nacional están dirigidos a corregir indicadores macroeconómicos, mantener la estabilidad del sector financiero y frenar el desempleo, los alcaldes enfocan sus esfuerzos a las poblaciones más vulnerables para tratar de desactivar la bomba social, y en el olvido queda la gente que más pierde y más sufre con esta situación, la clase media, el verdadero motor de la economía.

Si esta tendencia se acentúa, la izquierda en Colombia tendrá la próxima elección servida en bandeja de plata. En la medida en que se revienten los pequeños y medianos empresarios, desaparezca la clase media y crezcan el descontento y la esperanza, el fin del capitalismo será una realidad.

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