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Uno de los famosos tres huevitos de Uribe era la confianza inversionista, que se generaba como consecuencia de recuperar la seguridad y ofrecer estabilidad jurídica a los sectores productivos. La claridad en el mensaje y su capacidad de ejecución llevó a Colombia a que Colombia viviera un breve renacimiento. Tristemente de esa época ya no queda nada.
El imperio del narcotráfico y la delincuencia rampante, sumado al riesgo político que representa este gobierno tras el fracaso de sus reformas sociales y la falta de ejecución, hace que hoy Colombia este en la mira de las calificadoras de riesgo.
Lo más grave, es que estamos bajo el comienzo de un régimen donde cualquier persona, empresa o industria, de la noche a la mañana, se puede convertir en objetivo militar del primer guerrillero de la Nación. Habla de combatir la pobreza, de transformación energética y de paz total, pero su retórica destruye valor y no hace ningún esfuerzo para generar confianza en la gente que puede ayudarlo a lograr esas transformaciones.
Desde antes de empezar su mandato quiso matar la gallina de los huevos de oro atacando públicamente a Ecopetrol y a la industria extractiva en general, la actividad económica que más contribuye a las finanzas del Estado. A renglón seguido decidió ensañarse con el sector minero y particularmente con el carbón, acusándolos de ser peor que la cocaína, desconociendo el daño que el narcotráfico y los cultivos de coca le han causado a nuestro país. El ataque reciente que les hizo a Cerrejón durante su reciente visita a La Guajira deja claro que le incomodan las empresas que desnudan su incompetencia y su falta de gestión.
Y para tapar los escándalos que lo rodean, decidió -con la ayuda de algunos periodistas amigos- aprovechar el tema de corrupción de Odebrecht para satanizar a Sarmiento y crear un enemigo público que le permita atizar su narrativa de lucha de clases, desviando la atención del ingreso de dineros del narcotráfico a su campaña. En esa misma línea, decidió acusar al Grupo Argos por el desplazamiento de comunidades en Montes de María, omitiendo los pormenores del proceso judicial y el hecho que la empresa donó los terrenos a una fundación. Se puede especular si le estaba haciendo un mandado a sus amigos de las tomas hostiles -o si lo hizo por ignorante-, pero deja en evidencia que es un presidente que no respeta empresa o actividad económica alguna, y que está dispuesto a tomar rehenes como hacía en su época de terrorista guerrillero.
En la mira están las EPS y los fondos de pensiones, a quienes ya les declaró la guerra la legislatura pasada y los va a seguir ahogando hasta rendirse. En esa misma línea están los negocios agroindustriales, a quienes busca expropiarles las tierras sin indemnización alguna. Muy posiblemente seguirán el sector financiero, la industria de la construcción y por último los supermercados y la comida, como ocurrió paulatinamente en Venezuela.
Entiendo que los empresarios quieran ver el vaso medio lleno y le apuesten a la solidez de nuestras instituciones, como quedo reflejado con la ovación al Fiscal durante el congreso de la Andi, - a mi parecer un poco exagerada -. La realidad es que me queda imposible ser optimista y creer en las cifras de desempleo e inversión extranjera que nos quiere vender este gobierno, cuando la desconfianza en el personaje es total.