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Analistas 05/09/2024

El extorsionista

Andrés Otero Leongómez
Consultor en Investigaciones e Inteligencia Corporativa

La extorsión es uno de esos delitos que parece no tener solución o punto final. No importa la respuesta de la víctima, por lo general -lo que puede salir mal- sale mal. En Colombia sufrimos este flagelo por varias décadas. Los grupos al margen de ley -Farc, AUC y ELN- exigían pagos extorsivos en sus zonas de influencia como si fuera un impuesto más.

Desafortunadamente las políticas pacifistas de los últimos 12 años han permitido que este flagelo haya vuelto a resurgir, sin que el Estado tenga capacidad de apoyar a sus ciudadanos.

El problema se torna mucho más grave cuando la extorsión proviene de un presidente que se formó en las vías de hecho y sabe que sus actos -por graves que sean- nunca van a tener consecuencia alguna. Un personaje tóxico que no respeta la Constitución y las leyes, que no le teme al poder judicial, y que insulta y amenaza a las mujeres, a los medios, a los empresarios, a la oposición y a todo el que se le pase por delante. En este entorno actual, la decisión de la víctima de negociar o no negociar con su victimario, se hace cada vez más compleja.

No hay que ser alarmistas o pesimistas, pero hay que estar preparados para enfrentar la crisis

Su más reciente víctima, los bancos. Después de destruir la minería y el petróleo y el sector salud entre otros, empezó la legislatura amenazando al sector financiero con inversiones forzosas. No había pasado un mes y los bancos ya estaban arrodillados. Los medios y muchos analistas han aplaudido el pragmatismo de los banqueros, pues consideran que su decisión de negociar antepone los intereses del país sobre sus diferencias con el gobierno. Hoy el turno es para los transportistas y su paro camionero. Veremos quién gana la partida.

La realidad es que extorsionistas los hay de todo tipo y sabor. Guerrilla, paracos, narcos, delincuencia organizada y común, gobiernos, políticos locales, ONG, comunidades locales, grupos indígenas y hasta uno que otro periodista inescrupuloso.

Fines loables para ceder también los hay. Procesos de paz y reformas constitucionales hechos a la medida de los criminales; pagos para rescatar un secuestrado; derecho de piso para que lo dejen transitar u operar en alguna zona del país; ‘coimas’ para poder licitar y que le otorguen contratos a dedo; mordidas para que el policía no se lleve el carro a los patios; e incluso pagar pauta publicitaria para que no acaben con su reputación y buen nombre. Todos son ejemplos de chantajes en los que la víctima siempre sale perdiendo.

No les quiero aguar la fiesta, pero mi experiencia como consultor en análisis de riesgo y manejo de crisis me ha enseñado que negociar con el extorsionista nunca es buena decisión. Uno puede justificar la decisión de negociar y ceder ante la presión, pero en el fondo el victimario siempre se va a salir con la suya.

Es como criar hijos. Es más difícil ser mano dura y decir que no, que ceder a la pataleta, pero en el fondo uno sabe cuál es el camino correcto. Por eso si queremos salvar el país, debemos tener mano firme y no ceder ante el chantaje, venga de quien venga.

Por eso cuando me preguntan qué se debe hacer para capotear los ataques de este gobierno -o de cualquier otro grupo criminal-, lo más difícil es pararse firme y no ceder ante el chantaje. En el caso puntual de Petro -advierto-, si no lo paramos hoy con todo el peso institucional del Estado, mañana será un poco tarde.

No hay que ser alarmistas o pesimistas, pero hay que estar preparados para enfrentar la crisis.

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