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No me refiero al superhéroe, sino al cuento de ciencia ficción que quiso presentar el Premio Nobel ante la Comisión de la Verdad sobre los llamados ‘falsos positivos’. Flaco favor le hace a la paz y a la búsqueda de la verdad -cuando en un acto de contorsionismo político- acusa al expresidente Uribe de ser el autor intelectual de las ejecuciones extrajudiciales, pero -rompiendo la cadena de mando- se exime de toda responsabilidad, a pesar de haber durado tres años como Ministro de Defensa, periodo de mayor incidencia de este fenómeno.
Dice que a su llegada al ministerio conoció que el Presidente Uribe y su política de Seguridad Democrática aplicaban la ‘Doctrina Vietnam”, que incluía conteo de bajas y bombardeos indiscriminados contra poblaciones. Que gracias a su gestión, logró transformar a las Fuerzas Armadas en materia de derechos humanos e incorporar los conceptos del DIH al conflicto armado, conceptos -que según él- Uribe no reconocía. Más inverosímil aun, cuando trata de llevarse el crédito por las operaciones militares más exitosas en contra de las Farc -como la ‘Operación Fénix’ o la ‘Operación Jaque’-. ¿Al fin qué, lideró o no lideró?
Una persona honesta y de principios, habría hecho públicas sus preocupaciones y cumpliendo con su deber legal, lo hubiera denunciado. Hubiese dejado constancia escrita de su inconformidad con la aplicación de esta doctrina militar americana con el gobierno de Estados Unidos -quien suministraba los recursos del Plan Colombia, aportaba tecnología militar y entrenaba a las Fuerzas Armadas en la lucha contra el narcotráfico y los grupos al margen de la ley. Ante todo, hubiera presentado su renuncia de manera irrevocable.
Una persona consecuente nunca hubiera aspirado a la Presidencia ‘lagarteando’ el respaldo de Uribe, a quien hoy acusa de criminal, ni se hubiera comprometido con su electorado de cuidar “los tres huevitos” (uno de ellos la política de Seguridad Democrática) y mucho menos, hubiera rendido homenaje a Uribe el día de su elección, refiriéndose a él como “el mejor presidente en dos siglos de historia republicana”. Tampoco hubiera nombrado en su gobierno como Secretario General de Presidencia, Ministro de Defensa y finalmente Embajador en Washington al Viceministro Pinzón, a quien hoy acusa de ser copartícipe de esta doctrina criminal, siendo él quien lo llevo al ministerio.
El Presidente Uribe nunca ha tratado de excusar los ‘falsos positivos’ y le duele que esto haya ocurrido, pero ningún colombiano se come el cuento que Uribe pretendía dar de baja jóvenes inocentes en lugar de guerrilleros para mostrar mejores resultados. Todo el mundo -hasta sus peores enemigos- reconocen que lo que él quería era derrotar a las Farc. Gracias a ello, fue que Santos logró negociar ‘el mejor acuerdo posible’ -impunidad para el secretariado y ‘legalizar’ el narcotráfico-, más no acabar la guerra.
El país es consciente que esa farsa fraguada en la Habana -La Comisión de la Verdad- tiene como único propósito reescribir la historia, humillar a las Fuerzas Armadas y hacerle un juicio político a Uribe. Por lo que sí debería responder Uribe ante la historia, es por haber nombrado a ese personaje como Ministro de Defensa y haber prestado su nombre y su capital político para hacerlo elegir. In-creíble.