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El 20 de enero se posesiona Donald Trump como el presidente número 47 de los Estados Unidos y la pregunta es, ¿cuál va a ser la política de Estados Unidos para la región y particularmente, que acciones van a tomar frente al narco-dictador Nicolás Maduro y sus secuaces? El expresidente Uribe habló de una posible acción militar; Pastrana hizo un llamado a invocar la carta democrática de la OEA; y otros más aventurados han hablado de tiranicidio o de contratar mercenarios casa-recompensas que vayan a Caracas y lo saquen por la fuerza. La realidad es que hasta que el pueblo venezolano no esté dispuesto a inmolarse y a morir por su patria, al presidente electo Edmundo González le espera el mismo vaticinio que a Juan Guaidó. En otras palabras, no va a pasar nada.
Sin embargo, fuentes cercanas a la nueva administración en Washington me aseguran que la cabeza de Maduro hace parte de las negociaciones con el Kremlin. Una de las condiciones que le ha puesto Trump a Putin con el objetivo de poner fin a la guerra en Ucrania, es que Rusia abandone su presencia en Cuba y en Venezuela. Ya vimos lo que paso a Bashar Al-Ásad cuando Putin abandonó a su alfil en el medio oriente.
Para Trump es indispensable solucionar rápidamente los conflictos en Ucrania y la Franja de Gaza, para así poder concentrar su política exterior en la guerra comercial con China y empezar a limitar su influencia geopolítica alrededor del mundo. Los anuncios que hizo sobre Canadá, Groenlandia y el Canal de Panamá -que muchos no tomaron muy en serio-, empieza a demarcar lo que sería la nueva doctrina estratégica de Estados Unidos para su seguridad nacional.
Una vez el régimen de Maduro quede sin oxígeno, Estados Unidos podrá perseguir a los capos venezolanos -incluyendo a Maduro, al ‘Chapo’ Cabello y a Padrino López- como los narcos que son. Me dicen mis fuentes, que un sector de los militares ya estaría negociando su entrega con las agencias americanas. Por su parte, el Departamento de Justicia va a enfocar sus esfuerzos en aquellos que mantienen relaciones comerciales con Venezuela, los que los ayudan a lavar su dinero, tranzan en criptomonedas, les suministran material bélico, y hasta los les compran su petróleo y energía. Finalmente veremos como muchos de esos boli-burgueses y rémoras del régimen que viven como millonarios en Miami, Madrid, Bogotá, Santo Domingo o Ciudad de Panamá, terminarán tras las rejas, sin visas, y con sus activos embargados o bajo extinción de dominio.
Estados Unidos ya empezó a mover sus fichas y su aparato judicial para perseguir y aislar a Maduro, mientras que el presidente Petro y su canciller Murillo prefieren ser cómplices de la tiranía y estar parados en el lugar equivocado. Al igual que los gobiernos de Brasil, México, y en menor medida Chile y Guatemala, prefieren mantener una postura tibia, temerosa y poco democrática, a costa del pueblo venezolano. En cambio, los gobiernos de Argentina, Paraguay, Uruguay, Ecuador y El Salvador, entre otros, entienden que el mundo está cambiando y es hora de tomar partido y alinearse con el tío Trump.
Es momento de unirse a la colación que buscará defender la seguridad y el orden, la propiedad privada, la libre empresa, el crecimiento económico, la eficiencia administrativa y los principios democráticos, -y de paso chupar rueda de la prosperidad económica que promete-.