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Temis -diosa de la justicia- figura de la mitología griega, personificada por una mujer pura con los ojos vendados, cargando una balanza en una mano y una espada en la otra, debe estar escandalizada. Los ojos vendados, simbolizaban imparcialidad y objetividad; la balanza, igualdad ante la ley; la espada, la capacidad para hacer cumplir y respetar sus decisiones. En Colombia, por desgracia, la grandeza o magistratura de la rama judicial se ha perdido - en su mayoría-. La justicia se dejó manosear. Es manipulable e influenciable por conductas de corrupción, sed de venganza, presión de los medios de comunicación y tendencias en redes sociales, sin importar la búsqueda de la verdad.
Esta semana vimos cómo un abogado afín al gobierno -y condenado por el Tribunal Superior por actos de corrupción- salió lanza en ristre contra los fiscales que lo condenaron tildándolos de corruptos, todo para promocionar su nuevo libro y satisfacer su sed de venganza. A su diatriba se suma la de un periodista de marras, cuya ética periodística quedó expuesta en el caso de corrupción judicial del empresario que lo financió. Ambos dicen tener pruebas y conocer que el FBI y la justicia americana estarían detrás de quienes los pusieron tras las rejas. Dudo que la justicia americana sea tan ciega como para no ver el burdo montaje que vienen fraguando estos supuestos adalides de la moral. Y de ser el caso, que el Departamento de Justicia -reconocido por su mesura y ponderación de la prueba- dé credibilidad al testimonio de un abogado inescrupuloso, un senador corrupto y un mercenario de la información, cuando es claro que estamos frente a un intento de asesinato moral y persecución judicial contra los funcionarios que los acusaron. Los pájaros tirándoles a las escopetas.
Tristemente como este, existen muchos casos donde la justicia -ordinaria o transicional- da mayor credibilidad al testimonio de un delincuente condenado, un paramilitar evangelizado, un terrorista amnistiado o un narcotraficante resocializado, que el de gente que sacrificó y dedicó su vida combatiéndolos. En vez de investigar, corroborar o desvirtuar, dan eco sin ningún filtro a cuanta acusación infundada y denuncia temeraria surge desde las cárceles.
Nuestros togados pasaron de ser eruditos en el campo del derecho a fieles representantes de la burocracia estatal. Su lealtad obedece a intereses políticos, prebendas burocráticas, vendettas personales o al criminal que esté dispuesto a llenarle los bolsillos. La coherencia ideológica, la independencia y objetividad, el respeto profesional y la vocación de servicio dejaron de ser criterios rectores. Estamos inmersos en un sistema judicial donde la inquietud intelectual para entender un problema y buscar la verdad; el criterio para promover o descartar una tesis; la pericia para solicitar y valorar pruebas; la ponderación para analizar y evaluar un testimonio; la disciplina para estudiar la jurisprudencia y la doctrina; y el criterio jurídico para tomar decisiones; dejaron de ser relevantes.
Los principios de verdad, justicia y reparación son letra muerta. Los fallos de los tribunales y las altas cortes -incluyendo la JEP-, están politizados y polarizados. Estamos expuestos a la verdad que nos imponen los criminales y a la justicia que nos ofrecen sus cómplices.
Temo por la honorabilidad de Temis.