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Colombia enfrenta una crisis económica y social sin precedentes. La pandemia, sumada a la amenaza de seguridad que siguen representando el narcotráfico, la polarización política y el manoseo institucional que nos dejó ‘el mejor acuerdo posible’, genera un sentimiento de incertidumbre y pesimismo similar al que vivimos a finales de los 90’s. La gran diferencia es que en esta ocasión, en vez de ser una sociedad unida remando para el mismo lado y tratando de encontrar soluciones a retos tan difíciles como la campaña de vacunación y la reactivación económica, tenemos líderes políticos buscando pescar en río revuelto en busca de réditos políticos.
Los colombianos somos un pueblo de piel gruesa, pero surgen nuevas amenazas que ponen en riesgo el futuro de nuestra democracia y el sistema político y económico que representamos en la región. 2021 es un año crítico para que -lo que resta de este Gobierno y los precandidatos que empiezan a surgir- logren identificar los principales riesgos y grupos de interés que buscan poner de nuevo en jaque a Colombia.
En materia económica, el reto inmediato es el desempleo y la pérdida del poder adquisitivo de la clase media. Si se ha de tramitar una reforma tributaria, que esté encaminada a reducir la rampante evasión y que no sirva de alimento a más burocracia y corrupción. Hay que utilizar las reservas internacionales, las líneas de crédito y el mayor recaudo para eliminar prebendas y poner plata en el bolsillo de la gente con un ingreso universal garantizado, que inmediatamente se convierte en consumo y estimule la economía.
Empecemos por recortar gasto público de funcionamiento, dejar de poner taras al emprendimiento, simplificar procedimientos y eliminar burocracia estatal. Generemos nuevos empleos incentivando el aparato productivo, pasando a tanto pequeño emprendedor informal a la formalidad, como si el Estado fuera un aliado y no un enemigo para la generación de riqueza. En vez de clamar por nuevos impuestos para los más ricos -que son los únicos que pagan impuestos en Colombia- o proponer medidas de populismo económico, trabajemos con los empresarios para generar confianza inversionista, reactivar la economía y pagarle mejor a la gente. Como en el juego de la pirinola, ‘todos ponen’.
Aprovechemos los recursos naturales en forma sostenible y el talento humano que nos distingue a nivel global. Invirtamos en agroindustria y no tengamos miedo a que los grandes conglomerados de la industria de alimentos lleguen a nuestro país a desarrollar el campo. La política de “nearshoring” que tiene a México y Colombia en la mira, donde el empresariado americano busca trasladar industrias de China al vecindario, es una oportunidad que no se va a repetir y que tenemos que aprovechar. Fomentemos el emprendimiento abriendo el crédito e invirtiendo en jóvenes con ideas y talentos extraordinarios. Pensemos en grande.
Los populistas le van a apostar al fracaso de la campaña de vacunación, al empobrecimiento de la gente y a la falta de confianza en las instituciones para vender su sofisma social. No caigamos en esa trampa.
Apoyemos candidatos probados, con experiencia en lograr resultados, con un alto grado de pragmatismo económico y que sean capaces de hacernos volver a creer en el futuro de Colombia.