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Al mejor estilo del cinematógrafo, Roberto Benigni -donde un padre emplea toda su creatividad e imaginación para proteger a su hijo de las atrocidades en un campo de concentración en la ocupación Nazi- el Presidente electo esta tratando de vendernos la idea que la vida es bella y que su gobierno será uno de amor, transformación y reconciliación. Y aunque muchos tenemos la esperanza que ‘Petro no resulte ser tan Petro’, es difícil creer tanta belleza. Más aún, viniendo de un personaje que lleva décadas destilando odio y resentimiento social, que no tuvo reparos en promover el desorden social e incendiar el país durante los paros, y que en su campaña cruzó todas las líneas legales, éticas y morales para llegar al poder.
En su discurso de vencedor, anunció cuatro pilares fundamentales de su plan de gobierno: amor, transición energética, paz y justicia social. Narrativa que va a utilizar para justificar sus actos de gobierno. El gran ganador a la fecha, Juan Manuel Santos.
Dice representar el cambio, pero hizo acuerdos burocráticos con lo más podrido de la cloaca, aquellos que por años tildó de corruptos. Pasó por encima de los intereses de su bancada para darle el guiño a Roy ‘el Camaleón’ Barrreras para la Presidencia del Senado, consciente que necesita los servicios de un experto en maletines y mermelada para lograr sus reformas. Nombró al otrora canciller de las Farc como Ministro de Relaciones Exteriores, para cumplir el compromiso de Juanma con sus amigos de La Habana.
Y aunque sorprendió a todos con su discurso defendiendo el capitalismo como sistema económico para beneficiar a todos y ‘todes’, decidió reciclar al exministro de hacienda de Samper, un buro-tecnócrata que lleva décadas chupando de la burocracia internacional y dictando cátedra sobre políticas sociales fracasadas, para que lo ayude a liderar una reforma tributaria que busca recaudar más de $50 billones, estocada final para aquellos empresarios y ciudadanos de a pie que todavía defienden que con Petro no les va a pasar nada.
Habla de ‘transición energética’, cuando lo que pretende es nacionalizar la industria minero-energética para vender más carbón y petróleo a sus aliados geopolíticos. Dice proteger el medio ambiente y a las poblaciones más necesitadas, pero no hace mención alguna sobre cómo combatir los cultivos ilícitos y defiende abiertamente la minería artesanal (o ilegal). Ahí si no le importa que no paguen prestaciones sociales o salud a campesinos y mineros; si operan sin permisos o licencias ambientales y no cumplen con normas de bioseguridad; si contaminan cuencas y ríos y arrasan con los bosques; si no hacen consultas previas con las comunidades; o, si están controladas por grupos de delincuencia organizada, pues en últimas fueron ellos sus grandes electores.
Llama acuerdo nacional a lo que comúnmente conocemos como corrupción y mermelada. Invita a dialogar a Uribe, cuando lo que necesita es graduarlo de opositor. Habla de democratizar la propiedad, cuando lo que pretende es expropiar a sus antiguos enemigos. Y anunció querer trasladar los fondos privados de pensiones y EPS, cuando lo que quiere es adueñarse de los ahorros de los colombianos.
Por eso, como diría Benigni, ‘buongiorno principessa’. Traducción al petroniano: ‘Vivir Sabroso’.