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Existe un tema donde gobiernistas y opositores están de acuerdo: no es clara la misión del presidente Duque y su eventual legado. Fue electo por la mayoría de colombianos por ser el candidato de Uribe y también porque los del ‘No’ creíamos firmemente que tocaba hacer algunos ajustes a los acuerdos de la Habana. Es hora de reinventarse.
Después de año y medio en el cargo, el país se siente sin un norte claro. Los ajustes que pretendía a los acuerdos de La Habana se hundieron con el fallo de la Corte sobre las objeciones. Las Fuerzas Armadas están más desmotivadas y desprestigiadas que nunca, y el narcotráfico volvió a determinar la agenda del país. Estoy seguro que muchos programas y políticas del gobierno son bien intencionadas, pero no brindan gobernabilidad.
A pesar de la polarización que vive Colombia, hay un tema que podría unirnos a todos: la implementación de una especie de Plan Marshall para Colombia, que permita reocupar las zonas controladas por el narcotráfico y los grupos al margen de la ley, y construir país.
El Plan Marshall fue la iniciativa de Estados Unidos que impulsó la reconstrucción de Europa Occidental después de la Segunda Guerra Mundial. Uno de sus propósitos era llegar a las zonas devastadas por la guerra para hacer grandes obras de infraestructura, modernizar la industria, rehabilitar la economía, abrir el comercio y evitar la propagación del comunismo. No solo contó con grandes inversiones de naciones, bancos y empresarios, sino permitió reinventar al ejército de Estados Unidos -quien a través de su cuerpo de ingenieros- llegó a los países más destruidos por la guerra para revitalizar su economía.
El renacimiento europeo -como logro exclusivo del Plan Marshall- es debatible, pero esa iniciativa no solo reactivó la economía, sino que le brindó un sentido de propósito al ejército estadounidense en la posguerra. Permitió implantar democracia y capitalismo a cambio de caudillismo y asistencialismo como salida a la crisis, espantando así los fantasmas del comunismo y el nacionalismo.
En Colombia es imperante redefinir las políticas para abordar las zonas de conflicto. Necesitamos un enfoque menos asistencialista, que lleve a las instituciones y a las empresas a las regiones, y que devuelva un sentido de pertenencia a la fuerza pública. En vez de recortar el gasto militar, pensemos cómo destinar esos recursos para crear un ejército reconstructor y no uno exclusivamente enfocado a la guerra. Formemos ingenieros y fomentemos un plan de becas para los miembros de la fuerza pública y otros sectores de la burocracia estatal, de forma que puedan desarrollar destrezas en muchas disciplinas que aporten a estas regiones. Así tendremos a nuestros militares, policías y funcionarios públicos viviendo entre estas comunidades, creando empresa, aportando al desarrollo económico, generando presencia y sentido de pertenencia, y contribuyendo a erradicar o desplazar el narcotráfico - y a los grupos al margen de la ley.
Para un presidente nunca es tarde para encontrar un norte, defender las causas y el modelo económico por el cual fue elegido, y lograr que su gobierno sea reconocido en la historia por el Plan Duque, aquel que logró limpiar a Colombia de una vez por todas del cáncer del narcotráfico.