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Analistas 13/01/2022

Narcos Inc.

Andrés Otero Leongómez
Consultor en Investigaciones e Inteligencia Corporativa

Siempre he sostenido que una de las grandes fallas del Acuerdo de Paz de Santos fue la negociación sobre el tema del narcotráfico, como bien lo señala el general Mora en su libro ‘Los Pecados de la Paz’. Desde el Caguán, ya éramos conscientes que las Farc controlaban el negocio. Por eso, para los amigotes de Iván Cepeda la negociación era una nueva cortina de humo para tratar de frenar el exterminio del secretariado, lavar el dinero y esconder los beneficios de su lucrativo negocio, además de proteger los territorios y corredores donde producían y movían la droga. Ya metidos en la negociación, se desperdició una oportunidad de oro para desmantelar de una vez por todas el negocio de la droga en Colombia. Al final, las gabelas que les dieron en La Habana es lo que hoy verdaderamente tiene hecho trizas el Acuerdo y al país inundado de droga.

Las Farc en el 2010 estaban reducidas a un simple cartel del narcotráfico. Por eso nunca entendí la razón por la cual Santos y Jaramillo les tiraron un salvavidas a su otrora proyecto político y les otorgaron reconocimiento de beligerancia. Seguramente someter a un grupo de narcotráfico a la justicia no catalogaba para Nobel de Paz. Tampoco he podido entender cómo personas -que por décadas lucharon contra este flagelo y sacrificaron sus vidas y las de sus hombres- pasaron de agache durante esta negociación y no se pronunciaron oportunamente.

Cada cual tendrá sus razones, pero la labor de los negociadores era representar los intereses de toda una nación, no los de un gobierno o presidente de turno. Tampoco entiendo cómo los medios y la opinión publica permitieron que -ad portas de la reelección en el 2014- se planchara el capítulo del narcotráfico sin ningún tipo de crítica o escrutinio. En eso reconozco la sagacidad de don Enrique Santiago y los demás negociadores de las Farc, que utilizaron la reelección de Santos como su as bajo la manga para ganar la partida pasando de agache.

Obtuvieron un salvoconducto para la producción de droga, acabaron con la fumigación aérea y sembraron la narrativa de que la droga es la única opción que tiene el campesino por la falta de acceso a la tierra. Esto no solo les brindó un discurso político a los narcos, sino generó un vacío de poder en los territorios históricamente controlados por las Farc que permitió la llegada de los carteles mexicanos y venezolanos para que tomaran el control del negocio de una vez por todas.

El bálsamo que utilizan los defensores de la paz de Santos, es que cesó la amenaza de la toma del poder por las armas y disminuyó la violencia. Es posible que la consecuencia inmediata de no perseguir a los criminales y no combatir la delincuencia organizada en esos territorios haya generado un breve periodo de pacificación y menos muertos, pero la realidad es que hoy el narcotráfico esta más vivo que nunca y la violencia empieza a resurgir. Ni si quiera Santrich, Romaña, el Paisa -y Márquez-, están seguros en ningún rincón del país -y no necesariamente por temor a las autoridades.

Ante esta realidad, Santos hoy argumenta que debe haber un viraje en la política mundial contra las drogas. Si su interés fue siempre crear una gran industria global de drogas ¿por qué no dio el debate de la legalización en ese momento y convenció a Estados Unidos y al mundo de su brillante idea?.

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