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Presidente Duque, tome una decisión sin precedentes en la historia de Colombia y haga lo que en Estados Unidos llaman un ‘government shutdown’, -o paro del Estado-. Si las finanzas públicas están quebradas por la pandemia. Si la rabia en la calle es producto de la ineficiencia del Estado para resolver los problemas de la gente y realmente se están muriendo de hambre -como pretenden vender los medios-. Si resulta imposible llegar a un acuerdo con el establecimiento político y con la oposición para lograr una reforma tributaria que cubra el hueco fiscal y responda a las necesidades sociales. Y si además es imposible acabar con la corrupción. Corte el chorro que alimenta la burocracia estatal y paga las prebendas sindicales de unos pocos.
No faltará quien opine que en Colombia es imposible -constitucional y jurídicamente- dejar de financiar al Estado, pero el momento histórico amerita tomar medidas extremas para encontrar recursos donde no los hay.
Fernando Cepeda Ulloa ha denominado esta una crisis del establecimiento, entonces empecemos por incomodar a sus vacas sagradas. Pásele cuenta de cobro a la mermelada política y expóngalos en la palestra pública con nombre y apellido. Deje de pagar pauta publicitaria a los medios que viven de las entidades estatales y busque canales directos para acercarse a la gente.
Proponga sustancialmente la disminución de la burocracia del Estado en ministerios, altas consejerías, entidades descentralizadas, superintendencias, congreso, asambleas, concejos, gobernaciones, alcaldías municipales y locales, la fiscalía y las demás ‘ias’, la rama judicial y todas las entidades de democracia representativa que hoy -al parecer- no representan a nadie.
Si nuestras relaciones internacionales son pírricas y no podemos defender el buen nombre de Colombia en el exterior en momentos como este, es hora de recortar embajadas, consulados y comisiones al exterior de funcionarios que utilizan el Estado para viajar, viaticar y conocer el mundo. No más ‘corbatas’, secretarias, asesores de los asesores, comités técnicos y consultores especializados.
Acabe con el barril sin fondo que representa el posconflicto -incluyendo la JEP-. Dejemos de invertir en resocializar a los criminales y usemos esa plata para financiar a la gente más necesitada.
Si Fecode considera que los profesores no pueden asistir a las aulas por riesgos del covid, acabemos con el magisterio público y démosle un cheque a cada estudiante para que sea el ciudadano de a pie, quien decida qué calidad de educación quiere para sus hijos. Y si los funcionarios públicos tampoco están en capacidad de ir a las oficinas por la pandemia, pues empecemos a vender el portafolio de bienes raíces en cabeza del Estado, que no debe ser deleznable.
Acabemos de una vez por todas con la vagabundería de carros blindados, ejércitos de escoltas y gasolina para burócratas, líderes sociales, indígenas, periodistas y otros personajes -y sus familias- que se consideran amenazados. Invierta esa plata en capacitar a la Policía y al Esmad para poder responder a las nuevas amenazas.
En fin, Presidente, deje de ser tan buena gente. Le aseguro que al otro día consigue que todas estas rémoras del Estado hagan fila en su despacho para lograr un acuerdo sobre lo fundamental, como bien decía Álvaro Gómez Hurtado.