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En la medida que se empieza a calentar el ambiente político, la gran preocupación de muchos es: ¿quién o cuál puede ser la mejor opción para derrotar a Petro en 2026? La mayoría quiere una opción que defienda la seguridad y el orden, los servicios públicos esenciales, la economía de mercados, la libre empresa y las libertades individuales. Que además abogue por un estado pequeño y eficiente al servicio de la gente, -y no de los políticos de turno-. Ese es el mensaje o sentimiento que Milei logró capturar en Argentina con el lema ‘viva la libertad carajo’, y que hoy ya muestra resultados concretos.
Pero independiente del fracaso y la corrupción del mal llamado ‘gobierno del cambio’, la realidad es que la gente está mamada de los políticos y quiere un cambio, pero no necesariamente el de Petro -o regresar al pasado-. Están hartos de la polarización, la corrupción, la inseguridad, y sienten que la plata ya no les alcanza para vivir sabroso. Ya no resisten una reforma tributaria más, en especial cuando los servicios públicos esenciales como el agua, la luz y el gas, escasean. Petro reformó la salud a las patadas y hoy los colombianos tienen peor atención y calidad de servicio que antes.
En materia de seguridad, lo único que piden es que no los atraquen en el transporte público, no les roben la bici o el celular, y no les desvalijen el carro en el semáforo. Qué sus hijos puedan salir tranquilos a jugar al parque sin temor a que nunca regresen. Y quienes tienen un negocio o un terreno, que no los extorsionen. Cosas que parecen simples, pero que en Colombia parecen cada vez más lejanas.
Y aunque parecería fácil llegar a un ‘acuerdo sobre lo fundamental’ como lo llamaba Álvaro Gómez, el ego de los políticos muchas veces se contrapone al sentido común. Cada partido o precandidato va a tirar para su lado. Recientemente un consultor y líder de opinión muy respetable en Colombia, me decía que las encuestas marcaban una opción de centro -sin Petro y sin Uribe-. Con todo respeto, creo que se equivocan.
El error del ‘santismo’, los conservadores y los liberales en las elecciones pasadas, fue apoyar a un gobierno autoritario de izquierda creyendo que lo podían controlar y amoldar hacia sus intereses. Hoy, gracias a ellos, tenemos un país más pobre, polarizado, invadido de narcotráfico y delincuencia organizada, y con menos posibilidades de alcanzar la paz.
Los diagnósticos y las propuestas de política pública son importantes, pero desafortunadamente la gente vota por un líder que les genere emoción, entusiasmo y que logre canalizar sus frustraciones y sus sueños. Alguien que entienda que la mayoría de las personas quieren salir a trabajar de manera honesta; darles a sus hijos la mejor educación posible; comprar una vivienda o un carro; ahorrar para la pensión; ir al médico o al hospital cuando se enferman; salir de vacaciones; y celebrar los momentos felices en familia -y no obligados a estar esparcidos por el mundo como los hermanos venezolanos-.
El candidato que sea pragmático y logre alinear el sentimiento colectivo hacia una solución creíble a los problemas de la gente y proteja el bolsillo de los colombianos, va a conseguir no sólo el respaldo de los votantes sino el de los partidos que logren adaptarse a esta nueva realidad. Es imposible seguir haciendo política de la vieja manera al servicio de las élites burocráticas y los corruptos, y esperar un resultado diferente.
Me declaro ‘libertario’, y espero encontrar alguien que me represente.