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Hablar de Colombia y su desarrollo industrial en los últimos 25 años requiere necesariamente hablar de su relación con Venezuela. Si bien la relación con el país vecino ha estado marcada por episodios diplomáticos desafiantes, que han permeado las dinámicas comerciales, Venezuela jugó un papel determinante en el robustecimiento de la capacidad productiva de Colombia entre 1999 y 2008.
Los altos precios del petróleo elevaron sustancialmente el poder adquisitivo del país bolivariano y dieron paso, a nivel nacional, a un fuerte crecimiento económico impulsado por el fortalecimiento productivo de la mayoría de las ramas industriales. Esta combinación de eventos dio paso a un incremento relevante en el comercio binacional. Tal es así que las exportaciones pasaron de US$923 millones en 1999 a US$6.071 millones en 2008, con una expansión promedio de 34% anual. De esta forma, Venezuela logró participar con 17% del total de las exportaciones al cierre del periodo en cuestión.
Sin embargo, a partir de 2009 el comercio entre ambos países empezó su tendencia decreciente. La suspensión de las relaciones diplomáticas en 2009, junto con el llamado a reemplazar los productos de origen colombiano, dieron paso a una disminución de cerca de 80% en el valor exportado de 2010, al comparar con los registros de 2008. Aunque esta caída fue seguida por una leve recuperación que llevo a un valor promedio de US$2.131 millones en las exportaciones entre 2011 y 2014, los flujos hacia el país vecino no volvieron a ser los mismos. El deterioro de la actividad económica en Venezuela y el cierre de fronteras en 2015 entre ambos países, terminaron por fracturar la relevancia que las exportaciones con destino al país vecino tuvieron en la balanza comercial de Colombia.
Este breve recuento histórico toma relevancia en el marco de la reactivación de las relaciones diplomáticas y comerciales que se han dado con el cambio de gobierno. El levantamiento de los cierres fronterizos a finales de septiembre de 2022 resultó, inicialmente, en un incremento de 91% en las exportaciones de Colombia hacia Venezuela, al comparar los registros de 2021 y 2022. Este brinco inicial fue seguido de un crecimiento sustancialmente inferior de 6% entre 2022 y 2023. Esta diferencia tan marcada en los resultados del año de reapertura, que solo gozó de 3 meses sin restricciones, y los registros de 2023, más que reflejar la reinserción en el mercado venezolano puede estar incorporando dinámicas que de por sí ya se estaban generando entre los territorios. Si bien, esto no se puede afirmar tan solo con la dinámica de las exportaciones, es posible hacer una revisión sobre algunas variables conexas que pueden haber capturado algo de este comportamiento.
Desde 2021 ya se tenían algunas mejoras en materia de comercio binacional. En el primer año postpandemia (2021), las exportaciones alcanzaron los US$331 millones, superando los registros de 2019 y 2020 que se ubicaron en los US$196 millones. Al revisar los modos por lo que se transportaron las mercancías, es posible observar un incremento anticipado a la apertura, puntualmente en el transporte terrestre. Frente a los registros de 2019, este modo presentó un incremento de 102% en 2021, 370% en 2022 y 426% 2023. Esta tendencia la sigue el transporte aéreo, con un ritmo más moderado, y el marítimo con una leve corrección en 2023.
En cuanto a la relevancia de los puntos de salida de los bienes, Maicao ganó terreno entre 2019 y 2022, reemplazando a Cúcuta como principal punto de salida. No fue sino hasta 2023, que Cúcuta logró retornar a su posición, situación que está directamente relacionada con la reactivación del puente Simón Bolívar. Pese a este reemplazo, las cifras de inflación de Cúcuta y Riohacha parecen reflejar una historia detrás de bambalinas. Desde 2020 la capital del Norte de Santander se ha ubicado como la ciudad con las mayores tasas de inflación superando los registros nacionales. De hecho entre 2019 y 2022 se generó una brecha de 3.2pp entre ambas tasas. Este mismo comportamiento se ha replicado en Riohacha, que ha ocupado la segunda posición en las variaciones del IPC en más de una ocasión desde 2019 y que ha presentado distancias entre 0,3pp y 2,4pp con el dato nacional.
Si bien el comportamiento de la inflación es tan solo un proxy del comportamiento de la demanda, la distancia del IPC de ambas ciudades al nacional y la perduración de este comportamiento parece indicar una relocalización del punto de compra de los hogares. Es decir, que, pese al cierre de las fronteras, todo parece indicar que Cúcuta y Riohacha siguieron abasteciendo las economías binacionales de la frontera. Ahora, la reparación de la relación entre ambos países parece estar influyendo en el comportamiento de los precios en estos dos entes territoriales. Aunque la corrección del alza en las tasas del IPC, en 2023, es sin duda respuesta a la política monetaria, el retorno de ambos registros a variaciones similares al consolidado nacional, podría estar incorporando la menor presión in situ de migrantes temporales en búsqueda de abastecimiento.
Parece entonces que la “reactivación” anticipada de los flujos comerciales, junto con el alza en el IPC, pone el crecimiento de Venezuela como variable a tener en cuenta en la revisión del impacto del restablecimiento de los diálogos diplomáticos de Colombia con Venezuela. Con el retorno en 2021 de las variaciones positivas en el PIB venezolano, puede estarse abriendo una ventana de oportunidad para Colombia. El libre tránsito entre fronteras juega ahí un papel clave, que llama a la necesidad de fortalecer la estructura productiva de los departamentos colindantes. Eso con el fin de retomar el papel de socio principal de la economía bolivariana.