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El equipo de voleibol de mi colegio era una “recocha” completa. Los bajitos subían a bloquear, los gorditos nos movíamos por toda la cancha y, al cabo de cinco minutos de juego, todos estábamos sudando y pidiendo una “chuspita” con agua. Hasta que llegó el Viejo Milton (viejo es una demostración de cariño, equivalente a pana en Venezuela o carnal en México), un hombre duro y disciplinado a ponerle algo de orden a semejante espectáculo. A punta de disciplina, trabajo duro y Test de Cooper (una prueba de capacidad física que diseñaron en USA para sus soldados) que con solo nombrarlo me entra un friecito en la piel, nos sacó campeones departamentales.
En los años 70 y 80 la economía americana también era una recocha. La inflación de dos dígitos y el impacto del embargo petrolero generaba un espacio ideal para un cambio radical de paradigma económico. Y para eso estaba el viejo Milton, no me refiero a mi entrenador de Voleibol, sino a Milton Friedman, uno de los economistas más influyentes de siglo pasado.
Basado en su ideología conservadora y de libre mercado, porque las buenas premisas económicas parten siempre de una posición ideológica, desarrolló una serie de teorías que vendrían siendo el soporte académico de las políticas de libre mercado en todo el mundo.
Una de las teorías más relevantes es la del Monetarismo. Esta sostenía que el crecimiento de la cantidad de dinero que hay en una economía debe ser igual el crecimiento real de bienes y servicios existentes y, si se sigue esta regla con disciplina, la inflación será controlada. Pues, como él decía, la inflación es siempre un fenómeno netamente monetario; explicado en un 100% por la cantidad de dinero que circula en una economía.
Me explico, supongamos que existe una economía en donde solo se produce y consume un producto y usted, querido lector, es uno de sus productores. Si el banco central incrementa la cantidad de dinero, usted tendrá una demanda mayor por este producto y su decisión será o fabricar más y/o subir el precio.
Como fabricar más implica inversión y tiempo, lo que termina pasando es que los precios comienzan a subir. Explicado en una frase: La inflación es el resultado de mucha plata persiguiendo pocos productos.
Y así fue, con la foto del Viejo Milton bajo el brazo, los directores de los bancos centrales liderados por Paul Volcker en USA comenzaron a restringir la cantidad de dinero que circulaba en la economía con el fin de controlar la inflación. Pero esto generó un incremento enorme en las tasas de interés (pues si el dinero es escaso, la tasa de interés sube).
Para tener un orden de magnitudes, la tasa de referencia de la Reserva Federal Americana (el banco central en USA) en ese momento llegó a 18%; hoy está en 0,09%. Eso se traducía en que los préstamos hipotecarios en esa época en USA tenían una tasa cercana a 20% cuando ahora están a 4% y menos. ¿Se imagina pagar cinco veces más por cualquier crédito que usted tenga?
En Colombia nos tocó la misma medicina. En los 80 las tasas de interés del mercado estaban sobre el 40% y hoy están este alrededor del 8% o 10%.
Hay que decir, eso sí, que la medicina funcionó. La inflación bajó en todo el mundo y el monetarismo se convirtió en el paradigma económico más importante del siglo. El viejo Milton tenía razón y uno no puede discutir con el éxito.
Todo estaba bajo control hasta la crisis del 2008 y la crisis actual derivada del covid-19.
El pánico general en los mercados exigió que los bancos centrales actuaran diferente a lo que recetaba el viejo Milton y de ahí salió el QE o Quantitative Easing.
Ese es un nombre complicado. Los economistas tenemos la tendencia de poner nombres complicados a temas sencillos, puede ser por un complejo de inferioridad con las ciencias exactas. Esta definición se utiliza para describir cómo los bancos centrales, abandonando su pureza ideológica, comenzaron a imprimir plata “de lo lindo” para comprar activos como bonos del gobierno; bonos corporativos y toda clase de papeles.
Así es, abandonaron al Viejo Milton para irse de parranda. Me causa mucha curiosidad qué será hoy de su foto en las oficinas de la Reserva Federal. ¿Será que la taparon con un mantel?
El QE sirvió para estabilizar los mercados en tiempos de pánico, pues si todos quieren vender sus activos y nadie quiere comprar, los precios se deprimirían tanto que pudiésemos haber terminado en una depresión total como en los años 20. Los bancos centrales actuaron como compradores de última instancia y estabilizaron los mercados
Pero, como en economía todo es como un cuero seco, donde lo pisas de un lado y se levanta por el otro, El QE ha traído consecuencias muy delicadas. El incremento de la cantidad de dinero que hay en la economía ha traído burbujas especulativas en las bolsas de valores, las materias primas y hasta activos esotéricos que nadie realmente entiende como el Bitcoin.
Además de eso, es la causa de las nuevas crisis económicas en donde el 99% de la población sufre quiebras y despidos masivos mientras el 1 % compuesto por el sector financiero y su ecosistema están de “gozadera total”. Claro, mientras la mayoría está sufriendo indefensa, ese 1 % tiene al banco central susurrándole al oído: “pida por esa boquita mi amor, que acá lo que hay es billete”.
Y mientras tanto, mirando semejante recocha y esperando que vuelva la inflación, me imagino en las graderías del juego al Viejo Milton, no mi entrenador de Voleibol sino el otro, con una sonrisa burlona, esperando pacientemente que lo convoquen de nuevo para volver a imponer su disciplina.
¡Ouch!