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Desde su look burgués con aires intelectuales, hasta su modo de hablar sereno y controlado, Gabriel Boric ha trabajado su atractivo como potencial presidenciable. Hoy, hasta gente de derecha se siente atraída por su figura, a la que, sin duda, la personalidad energúmena de Daniel Jadue ha hecho un servicio colosal por el mero efecto contraste.
Frente a él, Boric se perfila como un estadista joven, capaz de tender puentes y de ofrecer un camino de cambios profundos sin revolución ni histeria. El problema de todo esto, es que el encanto de Boric no cambia la esencia de su pensamiento. Lo cierto es que detrás de la cortesía y moderación habita un devoto seguidor de Fidel Castro y Hugo Chávez. Hasta el día de hoy se puede leer el tweet en el que el “democrático” presidenciable apoyó a Maduro en 2013: “Gente que critica a Nicolás Maduro por no tener estudios universitarios y ser obrero. Una mi…. ¡Fuerza Maduro, carajo!”.
Es cierto que en 2018 llamó a la izquierda a condenar abusos de derechos humanos en Venezuela y Cuba, pero su cambio de opinión es poco creíble. En primer lugar, era evidente que violaciones sistemáticas a derechos humanos existían hace una década en Venezuela y más de medio siglo en Cuba. ¿Recién se enteró de ellas Boric en 2018 o será que el costo político de haber seguido defendiendo a Maduro creció demasiado?
Sacrificar al bufón criminal atribuyéndole a él todos los problemas sin duda permite salvar la ideología chavista para poder decir lo que han dicho los socialistas tras cada uno de sus fracasos: que si fuera aplicado por alguien competente, sí funcionaría. Hace poco Boric emplazó a Maduro por abusos a derechos humanos diciéndole que “no estaba a la altura”, cuestión que la prensa celebró como si fuera gran cosa. Pero de paso comparó a Maduro con Piñera, poniéndolos al mismo nivel, con lo cual consiguió un empate moral entre una dictadura narcotraficante y una de las la democracias liberales más sólida de la región.
Pero Boric también promovió y justificó la violencia de octubre de 2019, coordinada en parte para voltear a Piñera y generar un quiebre institucional en Chile. Y hace pocos días declaró su indignación por la muerte del terrorista “mapuche” Marchant Gutiérrez, calificándola como un “asesinato.” Sobre el fusil de asalto M-16 que portaba no dijo nada y menos aun sobre el humilde trabajador que Marchant junto a otros criminales balearon dejando al borde de la muerte. Ese es Gabriel Boric. Un socialista de extrema izquierda que ve a la gente común y corriente como enemigos por ser serviles al “neoliberalismo” y a narcoterroristas y delincuentes como representantes de la justicia popular.
Por último, lo que se puede decir de su ideario económico es que se trata del clásico populismo socialista propio de los fabricantes de miseria que han caracterizado a América Latina en todas las épocas. Así, si quiere hacer un gobierno que sea mínimamente funcional en lo económico, Boric deberá abandonar su programa tal como lo hizo con su apoyo a Maduro. Pero esta vez tendrá que creerlo en serio.