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En Colombia nos acercamos a una decisión definitiva y trascendental, es difícil hablar cuando los ánimos están tan caldeados, ante cualquier cosa que se diga la reacción inmediata es poner etiquetas y dejar de escuchar, “es de estos o de aquellos”, como si aquí no existiera ningún proyecto común. En el actual escenario electoral reina la tensión, la incertidumbre y el temor, y lamentablemente también la agresión, cabe recordar entonces que no se puede hablar de cambios favorables si la ética es la primera que se echa por la borda para ganar al contrincante, tal vez la estrategia sirva para ganar una elección, pero también al tiempo podemos estar perdiendo el país.
Este 19 de junio elegiremos nuestro presidente, una decisión que afectará nuestros proyectos personales, familiares, empresariales y sociales, por lo que no es responsable eximirnos de participar. Son muchos los que manifiestan no sentirse representados por las opciones que están en contienda y es normal que eso ocurra en una segunda vuelta, pero hoy la realidad es que estamos frente a una disyuntiva, una “situación en que debe elegirse entre dos opciones que se excluyen mutuamente” (RAE), ese es el panorama que tenemos, en realidad no hay una tercera vía, o es Gustavo Petro o es Rodolfo Hernández, no hay más.
El voto en blanco en segunda vuelta es una ficción, que no tiene ningún efecto y por tanto si acudimos a él nos estaríamos perdiendo la enorme oportunidad de que nuestro voto tenga una incidencia real en el resultado. Si bien es una acción libre, quien vota en blanco en segunda vuelta ha elegido no elegir y por tanto se somete a la decisión de otros (pierde libertad), esto hay que decirlo con claridad, entre el que vota en blanco y el abstencionista solo hay un certificado electoral que los diferencia.
Para una gran cantidad de colombianos resulta francamente dilemática la situación en la que nos encontramos, pero en la vida hay que tener el valor de decidir, eso es ser mayor de edad, eso es tomar las riendas de la propia vida, eso es no huir de la situación por difícil que sea. En nuestras manos está el compromiso de evaluar, sopesar, discernir sobre los modelos que se nos presentan, no son dos modelos completamente opuestos, hay muchos elementos que se comparten y algunos de ellos claramente populistas, pero los discursos tienen diferencias fundamentales en lo que respecta a nuestras libertades y al futuro de la democracia.
La libertad es uno de los valores a defender, es un pilar de la democracia, pero es además esencial a la dignidad de las personas, necesitamos un gobierno que decididamente garantice la libertad de pensamiento, de expresión, de cultos, de educación y también la libertad económica. Un gobierno que respete profundamente la propiedad privada, que fomente la iniciativa, motive la cooperación, la confianza, que ayude a generar sinergias entre el Estado, la empresa y los demás actores sociales, un gobierno que no satanice al empresario, que se preocupe por los más pobres sin instrumentalizarlos y genere políticas que les ayude a mejorar su situación. Necesitamos un verdadero desarrollo humano integral donde el éxito de dichas políticas no sea depender más del Estado (caldo de cultivo de la corrupción y aumento de la miseria), sino donde las personas puedan desplegar sus capacidades y que con el reconocimiento a su propio esfuerzo gocen de autonomía, de libertad.