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Los promotores de la transición del sector energético están en la obligación de considerar el concepto de energía en su significado completo. Así mismo, deben conocer cuáles son las fuentes primarias que constituyen las cuentas energéticas que, en el caso nacional, se enmarcan en lo que se denomina el balance energético colombiano. Si el concepto de energía incluye las aplicaciones calóricas y eléctricas, entonces la transición del sector debe incluir mejoras en los subsectores eléctrico y de hidrocarburos.
Pero, ¿mejoras para qué? Para transformar un sector que extrae energía de fuentes no renovables y explota otras renovables, y al hacerlo, ocasiona impactos ambientales negativos en otro sector diversificado y con impactos negativos menores, ya que es imposible llevar a cero la afectación de la actividad humana en las labores de ingeniería. Volviendo con el tema de las mejoras, es conveniente recordar que las actividades de los hidrocarburos incluyen prácticas que son efectivas en la explotación y uso de otras formas de energía en el marco de una transición energética gradual. Tales prácticas señalan el uso de hidrógeno gris, que se deriva del procesamiento del gas natural, y el azul, que es el mismo gris con un sistema de captura de carbono, en sectores de consumo como el transporte, del que se espera una reducción de los impactos negativos en la salud de la población que habita las ciudades con mayor cantidad de vehículos y motocicletas y tienen una calidad del aire pésima. En esos lugares, la capital entre ellos, la acción de respirar en espacios públicos constituye un factor de riesgo a la salud.
Pero no, ¿para qué transformar el parque público automotor con celdas de hidrógeno alimentadas con hidrógeno gris y azul, que ya se produce, si lo que necesito para sustentar mi discurso es el hidrógeno verde, aun cuando no tengo la infraestructura construida para ello? Por supuesto que el hidrógeno verde es mejor, en términos ambientales por el insumo energético utilizado para su producción, que el gris o el azul, pero ¿por qué no impulsar lo que en este mismo momento se puede producir en Colombia, mientras se construye la infraestructura para desarrollar un proceso de producción nuevo? ¿Qué pasa con el hidrógeno blanco, que es el hidrógeno hallado en yacimientos y requiere de técnicas similares a las de explotación de hidrocarburos? Aunque haya iniciativas desde Ecopetrol, parece que no hay otro color más popular que el verde.
Otra de las aplicaciones que señala la transición energética para el subsector de los hidrocarburos es la geoenergía con fines de generación eléctrica, para la que ya existen permisos de exploración en territorio colombiano y en la que Ecopetrol y la Chec son empresas participantes. El proceso de exploración y explotación del calor del subsuelo irá tomando un lugar en el balance energético colombiano, siempre que se ofrezca un marco jurídico estable, puesto que la electricidad derivada de estas plantas de generación eléctrica podría ser entregada a la demanda a través de la bolsa de energía y/o contratos bilaterales, ambos dependientes de reglas claras y modificables gradualmente.
Si la transición energética tiene un fundamento ambiental, es difícil comprender que una de las aplicaciones sea el recobro mejorado, porque esta actividad requiere, entre otros elementos, volúmenes de agua que las empresas de hidrocarburos extraen del subsuelo y reinyectan con la finalidad de sacar lo que se encuentra al final del pozo. La relación entre la cantidad de agua extraída del subsuelo y la reinyectada es variada, no obstante, en algunos zonas oscila entre 20% y 50%, eso sin decir que el agua reinyectada queda contaminada. El otro elemento usado para realizar las actividades de recobro mejorado es el gas natural, pero con 7,2 años de reservas probadas es complejo pensar en usarlo para estos fines. El dióxido de carbono también podría utilizarse en recuperación de hidrocarburos, pero sin captura no tenemos dióxido de carbono para reinyectar.
Pasando al subsector eléctrico, la transición es más conocida no solo por los medios de divulgación de la ciencia y tecnología, sino también por discursos ambientalistas que han proliferado en los últimos años en favor o en contra de las tecnologías de la transición. En Colombia, a esas fuentes energéticas que tienen menos impactos sobre al ambiente se les conoce como Fuentes No Convencionales de Energía Renovable (Fncer) y tienen asociadas dos documentos legislativos, la Ley 1715 de 2014 y la Ley 2099 de 2021. Aunque desde 2014 se esté impulsado las Fncer y desde 2021 la transición energética, esta seguirá siendo incipiente a menos que se desarrollen metodologías novedosas para efectuar las consultas previas, el Estado haga presencia en los territorios que han sido olvidados, que solo resaltan por su marginalidad socioeconómica, para cumplir la función social que le compete, se extraigan minerales para fabricar cables para la transmisión eléctrica, baterías como respaldo al sistema de transmisión o para sistemas aislados de generación eléctrica, celdas solares con mayores eficiencias, generadores eléctricos, tubos, entre otros miles de componentes que los sistemas energéticos requiere para garantizar la confiabilidad.
Finalmente, como mencionó un colega hace un par de semanas: «la transición no significa sustitución de fuentes energéticas»; considero que es una excelente reflexión en momentos álgidos para los asuntos energéticos y ambientales. Esto fortalece la idea de que la transición quiere decir diversificación de fuentes de energía para todas las aplicaciones calóricas y eléctricas posibles mientras la investigación aplicada, ojalá nacional, nos ofrece fuentes energéticas calóricas complementarias y tecnologías más eficientes.