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Cuando uno no sabe organizarse, pero quiere quedar bien, ofrece atención 24/7. Salvo hospitales y farmacias, claro está, y algunos servicios de emergencia adicionales. Es cierto, el mundo y sus ecosistemas funcionan 24 horas los siete días de la semana, pero por turnos, sin arrastrar el propio cuerpo o el de los demás, sin hacer creer que no parar es sinónimo de diligencia, compromiso y responsabilidad, la trampa del mercadeo y la política que destruye a los perseguidores del éxito y, en particular, a los empleados, los funcionarios y sus familias: ¿Quién no le pasa al ministro si llama a las 11 pm? ¿Quién no se levanta a las 4 am a hacer un informe urgente, porque todo es urgente, antes que el mundo quede en manos del enemigo? Todo para tener que pedir seis prórrogas después…
La teoría del servicio abnegado y la vigilia heroica solo hace que las cosas funcionen mal y que nos odiemos los unos a los otros. Que la gente no pueda planear (obvio con cierta flexibilidad, no en modo sorpresa permanente), haciendo explotar de cortisol las agendas, irrespetando el tiempo de los demás y usando el poder para abusar de la impuntualidad, replica un sistema de tortura que impide a las personas dormir, comer, copular o ir al baño en paz, minando la estabilidad emocional como si todo el tiempo estuviésemos en alerta máxima, la falacia sin ideología de los tiempos modernos, donde buena parte del fracaso de los gobiernos se desprende de la equivocada presunción de superioridad moral de su carácter innovador o reformista, con el que justifican exprimir a los empleados públicos, heredados, para luego quejarse de su ineficiencia. Las agendas de los elegidos, que se construyen sobre la convicción de los ingenuos y los asustados, obligan a comprometer el tiempo de la vida en los sueños de otros, épicos, alebrestados, febriles, donde ellos héroes se han encargado de hacernos creer que vale la pena vivir 24/7 “comprometidos” en narrativas donde la crítica, la prudencia o la sensatez son vistas como pérdida de tiempo letal, amenazas éticas al relato triunfalista de los buenos oradores, de los influenciadores, que pastan donde la educación fracasa. Hay que ver el Napoleón de Riddley Scott.
¿Qué el mundo se está achicharrando? Pues nos vamos a caminar al páramo un par de horas, compartimos la vida por un rato sin afán y nos sentamos a conversar y cavilar, con el límite de tiempo que nuestra capacidad humana nos provee. Si el cerebro, esa máquina de adicciones alimentada por el ego nos regaña y dice que dejemos de procrastinar, que el mundo colapsa si nosotros (no los demás, que se equivocan) no tomamos las riendas, sugiero rebelarse contra él y vivir como solución. La filosofía del 24/7 hace aparecer a los demás como ingratos, débiles e incapaces de comprometerse, promoviendo una versión de bullying inusitada, sin clases, muy machista por demás, la razón de que las mujeres tengan triple jornada o a nadie le interese realmente la formalidad laboral, porque produce felicidad, propósito contrario a quienes viven de promover el conflicto.
La ineficiencia laboral colombiana no proviene solo de la escasez de medios de producción o la falta de capacitación de los ciudadanos: proviene de una combinación extraña de mitos que confunden compromiso con diligencia, todo para mantenernos trabajando sin pensar o pensando sin trabajar, pero nunca ocupados en vivir. Con razón la destrucción de los ecosistemas…