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La transición a nuevas maneras de habitar y vivir el territorio colombiano con criterios robustos de sostenibilidad requiere un programa suficientemente específico que, a partir de la articulación de las capacidades de gobierno, empresarios y sociedad civil, se despliegue en todos los ámbitos de la gestión.
Será el mantra de todas las naciones, sin duda alguna, pero algunas darán prioridad a políticas de descarbonización, otras de restauración o previsión de desastres, otras de circularización profunda de la economía. En todos los casos, se requerirá un incremento significativo tanto en los recursos para innovación como los de adaptación y, en la práctica, de generación de empleo.
Para Colombia, en su singularidad, diez cosas, cinco en esta primera columna, otras cinco en la próxima, sin un orden de prioridad:
- La creación de una Agencia Nacional de Bioprospección, con una junta directiva donde hagan presencia los institutos del SINA, Agrosavia, los empresarios, los fondos de inversión. Una vieja deuda del Estado con el país, enfatizada por la Misión de Sabios.
- La modificación de la agenda decenal de educación, reemplazando el obsoleto principio de la educación ambiental como actividad ilusa o recreativa hacia un conjunto de programas nucleados en la interpretación de nuestra realidad ecosistémica y la proyección de las soluciones adaptativas que aún no tenemos y seguiremos sin tener si los perfiles de nuestros jóvenes siguen anclados en el siglo 20, obligados en conciencia a marchar indignados y sin alternativas de participación concreta en la definición de su futuro.
- La transformación de las Fuerzas Armadas con criterios de acción ambiental y manejo de la crisis climática, más allá del cultivo de frailejones en los páramos. Sólo con sus capacidades restauraremos millones de hectáreas, mientras que la lucha contra el narcotráfico y la minería ilegal se expande a través de la recuperación de la confianza en todas las autoridades, más que en el uso de las armas, por legítimas que sean: tenemos inmensas comunidades rurales y grandes porciones de las ciudades secuestradas por los diversos agentes de la delincuencia y la corrupción.
- Una reforma agraria concentrada en los modos de producción, donde todos los agentes sólo reciban incentivos basados en prácticas agroecológicas más que en indicadores de productividad bruta. Ello incluye la promoción de dos sectores abandonados de la bioeconomía que requieren medidas revolucionarias: el manejo de los bosques silvestres y cultivados y el manejo de pesquerías y acuicultura, ambos con criterios de desarrollo rural basado en los servicios ecosistémicos y la recuperación del bienestar de las comunidades, agentes clave de la administración ambiental del territorio. A considerar a fondo las concesiones comunitarias para el manejo de selvas y humedales de la Nación, sin desdeñar el potencial de una agroindustria ecológicamente responsable.
Ñapa 1: ¿qué tal revisar si los temas de la agenda ambiental actual son realmente los que son o corresponden a mitos convenientes o atractivos para ciertos sectores que piensan más en el poder que en el buen uso del poder, parafraseando a Darío Echandía? ¿Son las decisiones acerca del fracking y la minería realmente cruciales, o luchas simbólicas entre dos formas de pasado?