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“La cantidad de plástico en nuestro planeta es equivalente a un gran derrame petrolero” (Katrina Knauer, National Renewable Energy Laboratory, USA).
Si no hay una expectativa robusta de circularidad plena del plástico para las próximas décadas, no hay más remedio que restringir su producción. Esa es la conclusión de la más reciente publicación de MIT Technological Review (Douglas Main, oct 12, 2023) al analizar las más importantes estadísticas de producción, consumo y sostenibilidad en el uso de polímeros, no solo derivados de hidrocarburos, sino incluso de los bioplásticos. “La escala del problema es difícil de interiorizar”, dice Main: “A la fecha, los humanos hemos creado cerca de 11.000 millones de TM de plástico… mucho más que la biomasa total de animales del planeta”. Sintetizo su diagnóstico: “De acuerdo con Unep, en el mundo se producen 430 millones de toneladas de plástico al año, la tercera parte de un solo uso”. Una vergüenza. Las pérdidas por daños ambientales, especialmente en reducción de productividad pesquera y agrícola, destrucción de infraestructura por acumulación de residuos no biodegradables son mucho más altas que las ganancias, un claro ejemplo de beneficio privado a costa del bienestar colectivo: no se puede culpar a la gente por irresponsable, cuando el marketing es feroz, si bien los colchones y las neveras viejas siguen obstruyendo los sistemas de alcantarillado en todas las ciudades del mundo y la seda dental, por ejemplo, es causa de bloqueos desastrosos en las tuberías, junto con los condones, que por orgánicos que sean, hacen parte de la misma crisis.
La respuesta es la circularidad, se ha planteado. Sin embargo, sólo 9% de los plásticos producidos históricamente han sido reciclados, 19% se ha incinerado. 72% reposa en los mal llamados “rellenos sanitarios” que sabemos que en Colombia son a menudo simples botaderos desde los cuales se dispersan millones de bolsas a todo el paisaje, pese a las prohibiciones que comienzan a plantearse. Y si bien es cierto que las empresas de bebidas ya son capaces de reciclar 100% de su PET, algo muy positivo, esto sólo representa una mínima proporción de reúso de materiales del total de nuevas entidades químicas que, además de tóxicas, nadie sabe cómo manejar.
Concluye el reporte del MIT que “mientras entre 8 y 11 millones de toneladas de plásticos terminan en el océano cada año, docenas de estudios y reportes institucionales concluyen que los incrementos continuos de producción de plástico virgen sobrepasarán por décadas la capacidad de reciclaje instalada.” No hay, ni parece que fuera a haber, infraestructura mínima para la circularidad. Para ello, “es indispensable subir el precio del plástico para que cubra la responsabilidad extendida del productor”.
Tal vez Ideonella sakaiensis, un microbio comeplástico descubierto en Japón pueda ayudar, pero de nuevo, es específico para el PET. Los biopolímeros, por otro lado, se presentan como la gran alternativa, pero aún se producen poco, son caros y, como dice otro experto citado por Main “también son plástico, y por lo general igual de dañino”. Tal vez sea hora de tomar decisiones más estrictas, insistir en envolturas orgánicas para el bocadillo veleño, por ejemplo, y pedir a Fenalco que colabore con la red de tenderos, los principales propagadores de la bolsita letal.