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ANALISTAS 04/09/2024

Ecopetrol y el mito de lo público

Camilo Guzmán
Director ejecutivo de Libertank
Camilo Guzman

Hace unas semanas, dos miembros independientes de la Junta Directiva de Ecopetrol renunciaron. En su carta, explicaron cómo la interferencia del presidente Gustavo Petro llevó a la cancelación de un proyecto estratégico en Estados Unidos, conocido como Crownrock, previamente aprobado por la Junta. Este proyecto prometía aumentar las reservas y utilidades de Ecopetrol, pero fue vetado por Petro por razones políticas, sacrificando la generación de valor para la empresa, sus accionistas y la sociedad en general.

Este no es un caso aislado, sino un ejemplo recurrente de cómo las empresas estatales, bajo control político, tienden a destruir valor en lugar de crearlo. Las decisiones en estas empresas suelen estar guiadas por agendas políticas y no por criterios técnicos o económicos. Los cambios en la administración pueden resultar en decisiones arbitrarias que no reflejan el mejor interés de la compañía ni de sus accionistas. El veto presidencial al proyecto Crownrock ilustra claramente cómo se prioriza una agenda política sobre la creación de valor económico, con consecuencias negativas no solo para los accionistas, sino para toda la sociedad.

Las empresas privadas, en cambio, están diseñadas para maximizar el valor. Su misión es clara: generar beneficios para sus accionistas, sin espacio para decisiones basadas en la conveniencia política del momento. Esta independencia permite un enfoque más racional en la toma de decisiones estratégicas, lo que se traduce en mejor rendimiento y crecimiento sostenido.

En Ecopetrol, el control del gobierno sobre la mayoría de los votos en la Junta Directiva implica que las decisiones se toman para satisfacer objetivos políticos, no económicos. En lugar de buscar la rentabilidad del proyecto Crownrock, que habría incrementado significativamente las reservas y utilidades de la empresa, la decisión fue rechazada para alinearse con la agenda del gobierno, evidenciando así cómo se destruye valor.

Las empresas privadas, al tener que rendir cuentas a un conjunto diversificado de accionistas, están bajo una presión constante para crear valor. En el sector privado, la creación de valor no es opcional; es un requisito para la supervivencia. Si Ecopetrol fuera una empresa completamente privada, el proyecto Crownrock habría seguido adelante, generando beneficios directos para la sociedad en forma de mayor producción, innovación y empleos.

Además, cuando una empresa privada toma una mala decisión, asume las pérdidas con su propio dinero, el de sus accionistas. Este vínculo directo crea un fuerte incentivo para tomar decisiones cuidadosas. En contraste, cuando una empresa estatal comete errores, el costo lo asumimos todos los ciudadanos, a través de los impuestos que terminan financiando esos fracasos. Esto no solo destruye valor para los accionistas, sino para la sociedad en su conjunto, desviando recursos que podrían usarse mejor en otros sectores.

Es momento de abandonar la romantización de las empresas estatales y reconocer que la idea de que son “de todos” es un mito costoso. La realidad es que estas empresas tienden a destruir valor: malgastan recursos escasos, frenan la innovación y se convierten en focos de corrupción, clientelismo y agendas políticas. Para un futuro más próspero, debemos avanzar hacia un modelo con menos intervención estatal y más iniciativa privada, donde la generación de valor y la responsabilidad sean los pilares del desarrollo económico y social.

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