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En Colombia, el liderazgo basado en principios es una virtud escasa. Con frecuencia, las presiones del entorno político y económico llevan a muchos a preferir la comodidad, que permite alimentar el ego, pero que suelen terminar en complicidad con corruptos. Sin embargo, hay quienes entienden que el verdadero liderazgo no se mide por la cantidad de cargos ocupados, sino por la capacidad de actuar con integridad, incluso cuando esto implica enfrentar el costo del desacuerdo. Frente a este panorama, figuras como Carlos Raúl Yepes emergen como excepciones valiosas, como ejemplo de lo que significa ser un hombre libre en un ecosistema donde la cobardía moral se disfraza de pragmatismo.
Recientemente, Yepes renunció a la junta directiva de ISA, un gesto solitario, pero poderoso que encarna la lucha de principios sobre conveniencias. Su oposición al nombramiento de Jorge Carrillo como gerente de la entidad fue una batalla moral contra una jugada política que vincula a Carrillo con la red de poder y corrupción del exalcalde Daniel Quintero. Carrillo, como gerente de EPM bajo la administración de Quintero, acumuló denuncias que hoy reposan en organismos de control a la espera de ser esclarecidas. El nombramiento en ISA, más que un ascenso por mérito, es una extensión de una estructura de favores e influencias que Yepes no estaba dispuesto a avalar.
No es la primera vez que Yepes elige el camino difícil. Cuando Quintero se hizo con la Alcaldía de Medellín en una estrategia que combinó populismo, campaña sucia y engaño, Yepes renunció a la junta directiva de EPM. Con ello, envió un mensaje claro: la dignidad no tiene precio y la corrupción no se tolera, aunque implique perder un puesto de prestigio. En un país donde los cargos suelen pesar más que los principios, la decisión de Yepes es una anomalía admirable.
Lo que Yepes representa es el ejemplo de un verdadero hombre libre. En su tesis sobre la diferencia entre juegos de suma cero y suma positiva, Naval Ravikant lo explica con claridad: hay quienes juegan a acumular estatus mediante alianzas cuestionables y oportunistas, favores mutuos y la venta de principios, y hay quienes juegan a construir valor real, generar riqueza y crear soluciones que benefician a muchos. Los primeros se mueven en la esfera del poder político y de la corrupción, donde el éxito de uno suele venir a expensas de otro. Los segundos, en cambio, entienden que la verdadera prosperidad se construye creando, sirviendo a los demás. Yepes pertenece a esta última categoría. Priorizó sus convicciones sobre los halagos del poder y prefirió mantener su integridad antes que seguir participando en espacios donde se perpetúa la politiquería disfrazada de gobernanza.
Líderes como él son escasos, y por eso su ejemplo es tan valioso. En un mundo donde el oportunismo se disfraza de pragmatismo y la corrupción se normaliza como una condición ineludible del poder, Yepes nos recuerda que hay otra manera de hacer las cosas. Nos recuerda que la libertad es también la decisión de no vender principios por favores, de no permitir que el ego ciegue la razón y de no confundir éxito con sumisión.
Colombia necesita más liderazgos que entiendan que la verdadera riqueza no se obtiene al amparo del poder, sino al margen de él, construyendo, generando y defendiendo lo más valioso que tiene cualquier sociedad: su libertad.
Como él bien lo enseña: “Uno en la vida no debe tomar las decisiones fáciles sino las correctas”.