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Imagina por un instante una máquina que transforme granos de café en computadores de última generación, para beneplácito de los agricultores. Esto permitiría a los cultivadores centrarse en lo que mejor saben hacer y obtener los computadores que necesitan para modernizarse. En este asombroso mecanismo también podrías transmutar libros en ropa, introducir un par de muebles y recibir a cambio vehículos último modelo. Incluso podrías convertir aviones en asistencia médica, o lápices en medicinas de alta tecnología. Esta máquina también operaría en países más pobres, donde se podrían ingresar productos que no requieren gran capital ni mucha formación, como yuca, y extraer a cambio infraestructura y educación de alta calidad. La máquina podría también revertir cada transformación. Como bien explica el economista Charles Wheelan, tal artilugio no solo es posible, sino que ya existe, puede establecerse en cualquier lugar, solo funciona con la ilimitada imaginación humana y es la mejor vía para enriquecer a los más pobres. Esa máquina se llama comercio.
El comercio, es el motor del progreso y la herramienta más eficaz que poseemos para luchar contra la pobreza, impulsar el desarrollo y maximizar el bienestar en todas las sociedades. A través del libre intercambio, todos los individuos, ricos o pobres, pueden utilizar lo que tienen para obtener lo que desean, creando así un círculo virtuoso de generación de riqueza y mejora continua de las condiciones de vida.
Sin embargo, lamentablemente en Colombia, de forma histórica, hemos venido obstruyendo el funcionamiento de esta máquina. Todos los partidos políticos, en mayor o menor medida, han favorecido políticas proteccionistas anticuadas, han restringido la libre interacción de los mercados, y se ha menoscabado la iniciativa privada, es decir, se han interpuesto barreras a la máquina que produce progreso y prosperidad. Todo esto, a pesar de que el comercio es nuestro arma más poderosa para erradicar la pobreza.
La verdadera riqueza reside en la liberación del potencial creativo y productivo
Las políticas proteccionistas suelen venir envueltas en una retórica de protección a los productores locales y a los empleos. Sin embargo, lo que realmente hacen es incrementar los precios, limitar la diversidad y la calidad de los bienes y servicios a disposición, e impedir que las personas aprovechen al máximo sus talentos y recursos, sofocan la imaginación, destruyen la máquina. En última instancia, este tipo de políticas empobrece a todos, pero especialmente a los más vulnerables, que son los que menos pueden permitirse pagar más por lo que necesitan.
La economía no es un juego de suma cero donde para que unos ganen, otros deben perder. Al contrario, el comercio permite que todos ganemos, al facilitarnos especializarnos en lo que mejor hacemos y luego intercambiar el resultado de nuestro trabajo por lo que necesitamos o deseamos. Esa es la esencia del progreso económico.
La verdadera riqueza reside en la liberación del potencial creativo y productivo de cada individuo a través del libre comercio. Esto requiere audacia, apertura y, sobre todo, un profundo respeto por la libertad de cada persona para utilizar sus talentos y recursos de la manera que mejor le parezca. Porque solo en libertad puede florecer la auténtica prosperidad. ¿No va siendo hora de que dejemos de poner trabas a nuestra máquina de prosperidad y comencemos a aprovechar al máximo el poder del comercio?