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La oposición en Colombia enfrenta un problema que va más allá de la falta de liderazgo o coordinación: carece de una identidad y de ideas claras. Sin un proyecto coherente, la oposición se limita a criticar sin proponer, moviéndose sin rumbo y sin una visión que inspire y movilice a los ciudadanos.
Esta ausencia de relato la convierte en una fuerza reactiva, sin propósito ni dirección, incapaz de ofrecer una verdadera alternativa al modelo estatista que gobierna hoy.
El Premio Nobel de Economía, James M. Buchanan advirtió sobre el peligro de que las ideas pierdan relevancia cuando se reducen a argumentos técnicos y fríos. Buchanan explicó que las ideas, para ser poderosas, deben proyectar una visión ambiciosa y apasionante: “La visión, un ideal, es necesario. La gente necesita algo por lo que anhelar y luchar”.
Esta lección resuena hoy más que nunca: la oposición colombiana no tiene ni ideas ni pasión; carece de un relato vibrante que despierte emociones y ofrezca un camino claro.
La oposición es una amalgama de voces que solo se unen para criticar al gobierno. Este enfoque reactivo la condena a un pragmatismo estéril que no captura la imaginación de los colombianos. La falta de propuestas y de una visión sólida refuerza la percepción de que no hay un camino alternativo al modelo estatista actual.
En ausencia de una visión inspiradora, los ciudadanos terminan seducidos por el colectivismo, que ofrece promesas de comunidad y propósito, aunque sea a costa de la libertad. Este es el caldo de cultivo perfecto para que se imponga el deseo de que el Estado lo resuelva todo, con promesas grandilocuentes e incumplibles, pero irresistibles en su popularidad.
El estatismo se nutre de esta sed de dirección y significado, centralizando el poder y creando dependencia. En un entorno así, las promesas de justicia social e igualdad, aunque vacías, suenan más atractivas que un discurso sin propuestas claras. Sin una visión que despierte la imaginación y la convicción de la sociedad, el espacio es tomado por líderes populistas que explotan las frustraciones y ofrecen soluciones simplistas.
La oposición debe romper con su enfoque limitado a críticas y victorias pírricas. No es suficiente con señalar los fracasos y errores del gobierno; es necesario articular un proyecto que celebre la libertad, proponga un Estado de Derecho sólido y muestre un camino claro hacia el desarrollo. Los colombianos merecen algo más que un regreso al pasado o la resignación al presente.
Merecen un futuro donde la libertad y la iniciativa individual sean los pilares de una sociedad próspera.
Lo que la oposición necesita es comprometerse con una narrativa basada en la libertad como el motor del progreso y la prosperidad. No basta con criticar; es imperativo proponer un proyecto que invite a soñar con un país donde cada ciudadano pueda prosperar, enriquecerse y construir su proyecto de vida.
Es hora de que la oposición recupere un “alma” que pueda guiar al país hacia una nueva alternativa. Una visión que inspire, movilice y demuestre que hay un camino viable hacia la prosperidad. Solo así se podrá romper el ciclo de la mediocridad y construir un futuro basado en la libertad y el progreso. Es tiempo de soñar y trabajar por una mejor Colombia posible.