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Hace unos días, el diario El País publicó un perfil detallado sobre el Presidente de la República, revelando aspectos significativos de su introspección ideológica. El artículo pone en evidencia que, lejos de buscar nuevas perspectivas, el presidente Petro se aferra aún más a las obras que han forjado su visión del mundo. Nos enteramos de su reciente relectura de los tres tomos de “El Capital” de Karl Marx, una obra cuyas ideas han llevado a millones a la pobreza y han destruido la libertad individual.
Este conocimiento sobre las lecturas de Petro ofrece una ventana para comprender las bases de su discurso político, donde frecuentemente presenta al empresario como un explotador, al sistema de libre mercado como un mecanismo de opresión y al lucro como un pecado contra la igualdad. Estas ideas son el pilar de su programa de gobierno y sus propuestas de reforma. Hasta ahora, lo que parece haber limitado su capacidad de implementar completamente su agenda son su falta de habilidades de liderazgo y gestión, su limitada capacidad de trabajo y la incomodidad con la que ha asumido su cargo. Sin embargo, el hecho de que no haya podido avanzar completamente en su agenda anti-libertades no significa que el impacto de sus políticas esté completamente mitigado.
Petro ha hecho progresos significativos en su lucha ideológica, y aunque la mayoría desaprueba su forma de gobernar, hoy en día predomina una mentalidad que ve al empresario como un villano, al lucro como inmoral y a los negocios como contrarios a los derechos humanos. En el panorama político actual, no se observa a ningún líder capaz de defender con firmeza la iniciativa privada, el libre mercado y el lucro. Muchos temen ser etiquetados como “neoliberales” y no están dispuestos a afrontar el costo en la opinión pública de defender la libertad económica. Confundidos, han terminado por acomodarse a lo que piensa la mayoría. No los juzgo, ya que la política es un juego de suma cero con poco espacio para la ardua tarea de transformar las ideas predominantes en la sociedad.
Alexis de Tocqueville explicaba acertadamente que la riqueza de los países no depende tanto de sus recursos naturales o de la fertilidad de sus suelos, sino del grado de libertad de sus habitantes. No serán los políticos quienes salvaguarden esta libertad, ya que no tienen los incentivos para hacerlo. Confiar únicamente en las elecciones es parte de la explicación de cómo hemos llegado a esta situación. La defensa de la libertad es una tarea que recae en la sociedad civil, la cual parece estar casi ausente frente al Estado y la política.
Es imperativo que la sociedad civil asuma un rol histórico en la custodia y perfeccionamiento del legado político, económico y cultural de Colombia. Esta misión debe contar con el apoyo y financiamiento de los empresarios, quienes actualmente parecen distraídos por la política menor y cautivados por los resultados electorales.
El empresario que se limita a cosechar beneficios sin preocuparse por la defensa del sistema de libre mercado, pronto se encontrará en el punto de mira de una turba de socialistas y estatistas. Y cuando ese día llegue, todas sus ganancias acumuladas no serán suficientes para protegerse de la opresiva tiranía de la mayoría. Aquellos que, ante la disyuntiva entre riqueza o libertad, eligen la riqueza, terminan perdiendo ambas. Llegó la hora de asumir nuestra responsabilidad como sociedad civil: ¡A defender la libertad!