ANALISTAS 05/03/2025

Sobre la libertad

Camilo Guzmán
Director ejecutivo de Libertank
Camilo Guzman
La República Más

Hace poco, en uno de los grupos de WhatsApp en los que estoy, alguien reaccionó a la decisión de Jeff Bezos de dedicar las páginas de opinión del Wall Street Journal a temas pro libertad, pro empresa y pro mercado con una frase que desde entonces no ha dejado de resonarme: “La experiencia humana no se reduce a la libertad”. Lo dijo con la seguridad de quien está señalando un error evidente, como si estuviera corrigiendo un exceso, una exageración. Incluso hubo un silencio (digital) después. Nadie escribió por varios minutos.

La frase me puso a pensar. No porque me pareciera cierta, sino porque revelaba algo profundo sobre la manera en que concebimos la libertad ¿Es la libertad solo una de tantas dimensiones de la vida humana o es el cimiento sobre el cual todas las demás se sostienen?

En medio de las vueltas que daba esto en mi cabeza, volví a ver la conferencia que dio el profesor Antonini de Jiménez, en la Universidad de la Libertad: “El ADN de la libertad”. Antonini inicia diciendo algo que desmonta cualquier duda: “La libertad es tan real como este atril”. No es una abstracción filosófica, no es un destino lejano al que hay que llegar. Es el suelo que pisamos, el aire que respiramos. No la vemos, no la tocamos, pero sin ella, ni vemos, ni tocamos, ni respiramos. Lo que escribiré a continuación son ideas que Antonini expuso en esa conferencia y que resultaron ser la mejor respuesta posible a la afirmación que me puso a pensar.

Si la libertad fuera solo un accesorio, podríamos prescindir de ella sin mayores consecuencias. Pero la historia humana nos dice otra cosa: donde la libertad desaparece, la humanidad se apaga. No es casualidad que los regímenes totalitarios no solo repriman políticamente a las personas, sino que también destruyen su capacidad de soñar, de innovar, de amar con autenticidad. La opresión no solo impone límites físicos; desfigura el espíritu humano. Un hombre sin libertad puede sobrevivir, pero ¿puede realmente vivir?

La libertad es lo único que nos permite a los seres humanos ser… humanos. La pregunta, entonces, no es si la experiencia humana se reduce a la libertad, sino si sin ella realmente hay experiencia humana en toda su plenitud. Vivimos en una era en la que la libertad ha sido relativizada. Se nos dice que no es absoluta, que debe equilibrarse con otras cosas: seguridad, igualdad, estabilidad. Se nos vende la idea de que se puede ceder un poco de libertad a cambio de un poco más de bienestar. Pero aquí hay una trampa: cuando aceptamos esta lógica, dejamos de ser dueños de nuestra propia vida.

Porque si la libertad es solo una entre muchas prioridades, ¿qué impide que sea la primera en sacrificarse cuando se nos promete cualquier otra cosa? Cuando la libertad se negocia, deja de ser libertad.

Nunca hemos visto balsas llenas de estadounidenses saliendo de Miami rumbo a Cuba, o millones de europeos cruzando el Darién para llegar a Venezuela. Nunca. Ocurre lo contrario. Sin libertad no hay vida. Nadie huye de la libertad, todos huimos hacia ella.

No, la experiencia humana no se “reduce” a la libertad. Se expande en la medida en que somos libres. Si queremos vivir como seres humanos plenos y no como máquinas en un enchufe o chimpancés con pantalones, entonces la libertad no puede ser solo una opción en nuestra lista de prioridades. Tiene que ser la base sobre la cual se construyen todas las demás.