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Los altos indicadores de desempleo e informalidad laboral en el país son síntomas de la baja productividad y competitividad. Hoy requerimos que cerca de 2 millones de hogares mejoren sus ingresos para que puedan cubrir sus gastos básicos y alcanzar una mejor calidad de vida. Programas como Ingreso Solidario han contenido el impacto económico y social de la pandemia, pero debemos atender el desafío estructural, generando condiciones para que muchas más personas puedan trabajar en más y mejores empresas. No debemos perder de vista que los mejores empleos son creados por las empresas más competitivas.
Con ese propósito, las políticas nacionales de desarrollo productivo deben priorizar tres frentes con enfoque regional: el impulso a la productividad de cadenas productivas estratégicas, la consolidación de ecosistemas para el emprendimiento de alto impacto y el despliegue de agendas de formación para el trabajo. Colombia ocupa el último lugar en materia de productividad entre los países de la Ocde, lo que refleja la menor capacidad relativa de generación de valor por parte de sus empresas y trabajadores. Ante esto, usualmente se prioriza aumentar la productividad a través de la optimización de procesos de producción, omitiendo que mejores procesos de desarrollo de productos y servicios, comercialización, logística, gestión administrativa e internacionalización pueden generar mayores impactos.
En varias regiones del país existen cadenas productivas con destacados niveles de competitividad en el contexto nacional e internacional. La identificación y priorización de estos clústeres es fundamental, pues están conformados por empresas de diferentes tamaños y segmentos de negocio con la capacidad de orientar el diseño, la estructuración y la ejecución de proyectos estratégicos para la consolidación de capacidades de innovación y desarrollo tecnológico, así como la aceleración de procesos de internacionalización. La mayor competitividad de estas cadenas productivas contribuirá a la generación de empleos formales.
En el caso de los programas de apoyo al emprendimiento, existen dudas sobre su pertinencia para impulsar la generación de empleo. Distintas entidades gubernamentales y agencias de desarrollo suelen no distinguir los diferentes tipos de emprendimiento y emprendedores a la hora de diseñar sus programas en este campo.
Los emprendimientos de subsistencia, liderados normalmente por personas con baja formación académica, con baja facturación y dotación de activos, operan en condiciones de informalidad con el objetivo de cubrir gastos básicos del hogar y financiar la búsqueda de empleo. Búsqueda que suele no tener feliz término. Los emprendimientos de acumulación media como tiendas, salones de belleza, panaderías, ferreterías y restaurantes, entre otros, pertenecen a empresarios que aspiran a alcanzar niveles de ingreso que cubran, además del funcionamiento, sus gastos familiares.
Finalmente, los emprendimientos de alto impacto, aquellos que pueden alcanzar crecimientos de doble dígito en su fase de maduración y cuyos fundadores e inversionistas aspiran a constituir en grandes empresas en una o dos décadas. Los emprendedores de subsistencia requieren desarrollar habilidades para la inserción laboral. Los programas de fortalecimiento empresarial deben facilitar la supervivencia y consolidación de los emprendimientos de acumulación media y las políticas de apoyo al emprendimiento deben priorizar modelos de negocio y emprendedores con alto potencial de crecimiento y de generación de empleo.
El mayor desafío para las principales ciudades y departamentos, que cuentan con estructuras productivas más complejas y sofisticadas, es la implementación de ambiciosas agendas de formación para el trabajo que beneficien a jóvenes en colegios e instituciones de educación superior. En esta línea, se debe promover que las agendas de formación, investigación y los servicios de extensionismo de universidades, el Sena y centros técnicos y tecnológicos atiendan las necesidades de las empresas pequeñas, medianas y grandes que conforman las cadenas productivas priorizadas en cada región.
La inclusión productiva es la llave para la verdadera inclusión social.