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Pareciera que el covid- 19 recalentó aún más el capitalismo en una sociedad atrapada por la adicción al consumo. En la medida en que se abrieron los mercados, muchas personas salieron a comprar un sinnúmero de bienes, generando un ritmo de demanda que no pudo responder la oferta.
En esta carrera loca, el capitalismo hierve con el furor de las ventas de muchos sectores, pero deja desastres para el consumidor final, porque en nombre de la escasez todo sube de manera exorbitante. Y esto, orquestado desde China, región a la que miles de empresas trasladaron la producción por su bajo costo, haciendo convulsionar las cadenas de suministro a nivel mundial.
En esta frenética competencia que rodea el sistema, todos los participantes en ella generaron incrementos y, algunos, especulación. Primero, subieron los costos de las materias primas; después, siguieron los fabricantes; y finalmente, los comercializadores. Es tal la demanda, que China sufre además una severa crisis energética que está ocasionando parálisis parciales en las empresas.
Después de una larga espera en los tiempos de producción, en el caso de los bienes importados, las navieras han abusado de sus tarifas sin importarles el daño que le hacen a la economía global, con alzas desmesuradas y descaradas en los fletes marítimos, aprovechando la urgencia de los países para movilizar la carga. Y para acabar de ajustar, mover la referida carga hacia su destino es vivir otro calvario, que tampoco termina, cuando esta es embarcada, porque los contenedores llegan con retrasos, generando aún mayor escasez.
En esa larga cadena de afectaciones aparece el alza desmesurada de los precios de productos de primera necesidad como la carne, los huevos y el pollo, entre otros, lo mismo que los insumos agrícolas, autopartes, elementos de construcción que también andan por las nubes, todo en nombre de los fenómenos del sistema. Es inaudito, injusto y peligroso este efecto que desnuda el capitalismo salvaje, recalentándose con un próximo punto de ebullición que dejará grandes perdedores y nuevas crisis.
Este desmedido consumo global debe parar, porque el planeta necesita equilibrar su ecosistema. Las muestras están a la vista, contaminamos el mundo con bolsas plásticas, envases, basuras, llantas y químicos que son arrojados a las fuentes de agua. Sumado a esto, cada día hay más vehículos que contaminan y congestionan las vías que se hacen insuficientes para circular. ¿Hasta cuándo los terrícolas vamos a continuar este frenesí de consumo? ¿Si antes se vivía con menos, por qué ahora es necesario marchar al ritmo de los excesos?
Debemos parar porque el final está cerca, es hora de poner freno, pensar en la esencia de la vida, disminuyendo la contaminación y la deforestación. La tierra nos dice de varias formas que no aguanta más a través de los distintos fenómenos naturales, pero los seres humanos nos hacemos los ciegos y sordos.
Señor capitalismo, su motor se recalentó jalonado por el excesivo consumo dependiente y enfermizo de un ser humano irracional. Todos estos fenómenos tienen que transformar al capitalismo y a la sociedad en su conjunto. La razón de existir de las empresas debe cambiar, porque además de generar utilidades será primordial contribuir a solucionar los grandes problemas del mundo.
De nada servirá que los distintos sectores económicos mantengan un crecimiento acelerado, cuando otros factores como la pérdida de poder adquisitivo generen aún más pobreza, desigualdad, hambre, miseria y desplazamiento.
La base para mantener un sistema económico sólido, coherente y sostenible es propender por el equilibrio entre la oferta y la demanda, sin abusos ni oportunismos, porque el consumidor final es el que está asumiendo todos los incrementos de precios. Este acalorado sistema capitalista no puede seguir generando que los pocos ricos sean cada día más ricos y que los pobres sean cada día más pobres, porque un verdadero crecimiento económico debe ser abundante en prosperidad y equidad.
Por eso, señora ama de casa, señor constructor y señor campesino, si el dinero no alcanza como antes, pregúntese hasta cuándo vamos a soportar un capitalismo sin corazón, con sucesos abruptos y peligrosos. Una alta inflación frenará él crecimiento económico porque los precios no pueden seguir subiendo en moto mientras los salarios lo hacen a pie.
En estos tiempos de manifiesta ebullición, hay burbujas subiendo y bajando con notoria rapidez. En cualquier momento podría estallar una crisis motivada por vaivenes económicos que parecieran manipulados y orquestados por el mismo capitalismo que deja continuar la fiesta para unos pocos sin ninguna regulación y de manera irresponsable e insostenible.
Estos infortunados sucesos que crean mayor desigualdad, no le pueden abrir la puerta al engañoso socialismo, porque las personas más necesitadas buscarán de forma desesperada una pronta solución y podrían verse abocadas a procurar salidas equivocadas para la pobreza, sin entender que el próximo paso será el de la miseria.
El capitalismo necesita de forma urgente unas merecidas vacaciones, pero infortunadamente no hay quien lo reemplace. La solución de primera mano está en la transformación colectiva de la conciencia de cada individuo, empresario y líder, dejando de lado el egoísmo, para buscar el bien común y la preservación del planeta tierra.