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Creo que las historias de la mayoría de personas que decidimos poner los frutos de nuestro trabajo, invirtiendo en la compra de una casa, apartamento o tierra en Colombia, es muy semejante.
Mientras algunos compatriotas decidieron adquirir bienes en el exterior, invertir en acciones o poner dinero en paraísos fiscales para proteger su patrimonio en el extranjero, otros montañeros como yo, decidimos apostarle a nuestra nación.
Para citar un caso. La compra de apartamentos o casas exige una disciplina financiera, lo que deriva en altos gastos en seguros, impuestos, administración, manutención, altas tasas de interés del sector bancario, sumado a enfrentarse a la delincuencia e inseguridad reinante en muchas zonas del país.
No se crea que tener tierra es fácil. La mano de obra es cada día más escasa y difícil de manejar, los insumos son más costosos, las carreteras de acceso en algunos sectores están en pésimo estado. El clima imperante, con lluvias inclementes, acaba con cultivos y potreros para los que ejercen la actividad de la ganadería, solo por poner un ejemplo.
Tanto para los campesinos como inversionistas del campo, la utilidad de sus cosechas o venta de ganado, se queda una mayor parte en los intermediarios y vendedores directos al público, lo que hace más rentable la comercialización que la producción.
Lo que no esperábamos, con el cambio de administración, es que se desatara en el país una oleada de invasión a estas tierras sin existir una respuesta y una acción unánime del Estado y sus funcionarios, quienes se chutan el balón de las justificaciones, mientras que el fenómeno aumenta cada día más.
El gobierno prometió darles tierras a los desplazados y campesinos sumidos en la pobreza, pero tal parece ser que algunos salieron a tomar por mano propia, y de forma anticipada, terrenos diferentes a los anunciados y que son propiedad privada.
Así pues que a la incertidumbre reinante, no solo nacional sino mundial, debemos sumarle un nuevo miedo que se llama INVASIÓN que podría llegar en cualquier momento y, lo peor, sin una respuesta contundente de la justicia colombiana, ni del Ministerio de Defensa y mucho menos del Ministerio de Agricultura.
La pregunta es ¿quién podrá socorrernos? Lo peor estaría por suceder si la defensa de estos territorios pasa a ejercerse por parte de grupos paramilitares o privados, lo que agravaría aún más la violencia en un gobierno que promulga la paz y la igualdad.
Si esta problemática continúa sin control, sin acciones claras, sin sanciones y sin consecuencias para los invasores, será el principio del fin de la propiedad privada en el país. Veremos como a mediano plazo se desataría una crisis, no sólo social sino económica, porque COLOMBIA perderá atractivo para la inversión extranjera.
Poco a poco, la invasión irá carcomiendo el derecho constitucional a tener propiedad privada, que terminará, sino se pone freno, por llegar a las puertas de millones de colombianos, porque este fenómeno no es únicamente invadir grandes predios. Se trata de una peligrosa interpretación, por parte de algunos ciudadanos, de que “lo que es tuyo también es mío”, sin importar el tamaño de su terreno, casa o apartamento, ni la ubicación del bien que podría ser también para los estratos sociales bajos, ya que el mensaje mal entendido es de “todo se vale”
Pero lo peor del asunto es la indiferencia actual que nos azota, porque aunque veamos aún lejanas estas invasiones mostradas por diversos medios de comunicación, quizás cuando toquen a nuestra puerta ya sea demasiado tarde para reaccionar.
Esta voz de alerta no es por señalar únicamente al nuevo gobierno, pues es el que más ha promulgado la paz ni se trata de que sea usado como un enfrentamiento político. Es evidente que existe una deuda histórica, la que viene de muchos años atrás, con miles de desplazados que dejaron sus tierras por la violencia y que esperan una justa restitución, pero no como está sucediendo. En este caso hay que ser coherentes y empujar todos la patria hacia adelante, sin indiferencia, actuando más y hablando menos. Por eso es bueno recordar algo que anotó en el siglo 18 el escritor, filósofo y político irlandés Edmund Burke ¡Lo único necesario para que triunfe el mal es que los hombres de bien no hagan nada!
Pues así como vamos, muy pronto deberán ser retirados en muchos territorios los avisos de “prohibido el paso, propiedad privada” a cambio de: “permitida la invasión”.