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Analistas 20/12/2020

No más muerte de niños

Carlos Ballesteros García
Gerente de Bike House
Carlos Ballesteros

Colombia es el tercer país del mundo con el mayor número de asesinatos de niños, en el que por cada 100 matrimonios se han registrado 41 divorcios (*1) y donde la tasa de embarazos de adolescentes, en el grupo de 15 a 19 años, descendió de 72 nacimientos por cada 1.000 mujeres en el año 2012, a 57 nacimientos por cada 1.000 mujeres en el año 2019 (*2).

Este análisis es consecuente con la violencia que se presenta, sumada a un deseo de venganza hacia las mujeres, en el que los mal llamados machos creen poder dominar y ejercer control sobre los cuerpos y las vidas de sus compañeras, un estilo que dejó marcado el narcotráfico, en el cual la dama era otra posesión más, sin importar sus sentimientos y deseos.

Ahora, como para extender el panorama y hacerlo aún más crudo, la degradación del ser humano llegó a tal límite, al punto de que un padre es acusado, presuntamente de asesinar a su propia hija, como supuestamente ocurrió la semana pasada en el municipio de Rionegro, Antioquia.

Este epílogo luctuoso de la pequeñita, es el reflejo de las historias de violencia intrafamiliar que se repiten día a día debido a que muchos hombres o mujeres arrastran con este mal.

Ninguna relación de pareja es perfecta, pero lo que sí está claro es que en el desayuno se sabe lo que será el almuerzo. Se cuentan por decenas los vínculos afectivos que comienzan mal debido a la violencia y sumisión de un lado o del otro. Regularmente lo que se inicia por el camino equivocado termina peor.

Muchas veces en nombre del amor se soportan injustificados maltratos y, peor aún, existiendo de forma continua se formalizan lazos o uniones hasta llegar al punto de tener hijos. Estas criaturas nacidas de la violencia reciben como primer signo hereditario el tener que crecer bajo el yugo del castigo físico y psicológico.

Es hora de despertar como adultos a una realidad ahora más agravada, porque sin distinguir el género, no podemos actuar de forma irresponsable trayendo más niños a este mundo a sufrir las consecuencias de relaciones enfermas. De relaciones efímeras, que con solo unos pocos meses de conocidos se formalizan como frágiles y hostiles maridajes degradando aún más la pareja, porque lo que por agua viene por agua se va. Y no es que ahora las parejas sentimentales solo duren poco, es porque son decisiones de vida que se toman con acelerada prontitud, a las carreras y en la mayoría de las ocasiones sin pensar.

¿Hasta cuándo estos seres divinos tendrán que resistir tanta violencia? Ellos, los pequeños llegaron a este mundo sin pedirlo y es la falta de conciencia y responsabilidad la que los hizo engrosar una sociedad de comportamiento equívoco, convirtiéndolos en hijos de la oscuridad.

Tener un hijo bajo cualquier circunstancia para cumplir un sueño no es una razón válida. Cuántas familias en nuestro país viven el mismo drama: padres que se maltratan, se gritan y se irrespetan frente a estos pequeños ángeles que se convierten en espectadores de la crueldad humana.

Por eso hay que decir, hoy y siempre, no más hijos de la oscuridad, no más decisiones basadas en la pasión y el momento, para tener que afrontar después embarazos llenos de dolor y frustración.

Los niños son seres de luz y esta no puede ser apagada por sus mismos padres. La vida de un hijo se construye, no se destruye bajo ninguna razón o condición. Planear la muerte de un menor inocente es un acto de lesa humanidad y ejecutarlo es llenar el corazón de miseria y rencor.

La justicia está para ayudar, pero somos los adultos los responsables de nuestros actos y decisiones, porque nadie llega a estos extremos de un momento a otro. Todos estos psicópatas que acaban con la vida de pequeños seres indefensos, van mostrando su camino de crueldad, dando señales, y otra cosa muy distinta es que por una u otra circunstancia se le encubra al futuro asesino.

Por miles de razones hay que atender el llamado de no más violencia intrafamiliar, además de denunciar prontamente. Es muy importante cortar de raíz las relaciones enfermas y conflictivas desde el principio, para prevenir futuras e incómodas consecuencias.

Arropemos a nuestros hijos adolescentes para que les den valor a sus moradas; para que no estén a la espera de alguien que supuestamente los libre de vivir en familia. Los hogares deben ser recintos llenos de amor, comprensión y, lo más importante, disponer de mucho tiempo para escucharlos, compartir y entender sus fracasos, miedos y sueños antes de que salgan en busca de lo que nada se les ha perdido.

Las madres no pueden continuar siendo víctimas de sus ex parejas, quienes de manera salvaje buscan venganza acabando con su propia descendencia. El castigo para los niños de forma violenta debe eliminarse como búsqueda de una pretendida disciplina y el único elemento que debe permanecer y endurecerse es la justicia que debe reformarse para que de forma drástica sea aplicada con prontitud.

Es inaudito que en Colombia la justicia les otorgue beneficios a homicidas de niños en serie. Seres como Luis Alfredo Garavito, por ejemplo, deben ser castigados con largas penas, así luchen por recobrar una inmerecida libertad. Lo que se hace urgente y sin excusas, es la aplicación de la ley sin ningún tipo de prebendas para esta clase de desadaptados. Es fundamental sembrar conciencia en la sociedad para proteger los niños y evitar la muerte de más pequeños inocentes.

Crear vidas de forma responsable guiadas por el amor en familia debe ser un propósito superior en la relación de pareja. Los hijos son la extensión de nuestras vidas. Son ángeles que nos envió Dios a la tierra y ningún padre puede devolverlo sin alas.

(*1) Dato tomado de RCN radio.

(*2) Dato tomado de Consultorsalud.com

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