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La inversión, motor esencial de la reactivación económica, ha sufrido un deterioro preocupante, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística, Dane, reduciéndose de 22% en 2022 a 17% en 2024. Este desplome ha impactado directamente el crecimiento económico, que pasó de un 3,2% en 2019 (previo a la pandemia) a un 2% en 2024. En este escenario, el consumo privado ha sido el único componente con un crecimiento sostenido, alcanzando un índice de 122 puntos respecto a su nivel de 2019 (base 100), muy por encima de la inversión fija (96 puntos) y de la inversión total (85 puntos). Como resultado, la economía colombiana ha convergido a una senda de crecimiento más baja, cayendo de una tendencia de largo plazo de 3,1% antes de la pandemia a 2,6% posterior a la misma. Este panorama nos obliga a cuestionarnos sobre las decisiones adoptadas y cómo se ha profundizado la fragilidad del entorno económico nacional.
De acuerdo con Refinitiv Eikon, la caída en la inversión está estrechamente relacionada con el incremento en el costo del capital, resultado de un aumento en las primas de riesgo país y las presiones cambiarias. Entre 2019 y 2024, el costo del capital en Colombia se elevó en 784 puntos básicos (pbs), impulsado por incrementos en la prima de riesgo país (319 pbs), la tasa libre de riesgo (256 pbs), la prima cambiaria (111 pbs), la prima de riesgo del mercado en EE.UU. (55 pbs) y un efecto de interacción (43 pbs). Esta dinámica ha reducido significativamente la rentabilidad esperada del capital propio, que pasó de 21% en 2022 a 14% en 2024, desincentivando aún más la inversión productiva.
El impacto de este fenómeno se refleja en la desaceleración de la formación de capital fijo, la cual alcanzó su nivel más bajo en la última década. La inversión fija representaba 21,5% en 2019 y cayó a 13,7% en 2023, mostrando apenas una leve recuperación hasta 16,6% en septiembre de 2024. Este deterioro es preocupante, dado que economías con tasas de inversión superiores a 20% tienden a experimentar un crecimiento económico más robusto y sostenible.
Con una tendencia de inversión en niveles históricamente bajos, el crecimiento potencial del país se ve comprometido, afectando la generación de empleo y la modernización de la infraestructura productiva.
A esto se suma un contexto fiscal restrictivo. La ejecución del presupuesto sin deuda e inversión se mantiene por debajo de su promedio histórico, limitando la capacidad del gobierno para estimular la actividad económica mediante inversión pública. Además, los ingresos fiscales, aunque han mostrado cierta sincronización con el ciclo económico, siguen siendo insuficientes para cubrir las aspiraciones de gasto sin comprometer el cumplimiento de la regla fiscal. Esta restricción impone un dilema crucial: sin un estímulo adecuado a la inversión, la economía corre el riesgo de quedar atrapada en una senda de crecimiento bajo, sin margen para reactivar la productividad ni mejorar el bienestar de la población.
Finalmente, la prima de riesgo país ha mostrado una volatilidad significativa, afectando el tipo de cambio y generando incertidumbre para los inversionistas. A pesar de una leve corrección reciente, la tasa de cambio en Colombia sigue alineada con el comportamiento de otras divisas de la región y refleja la percepción de riesgo sobre la economía nacional. La persistencia de estos factores sugiere que, sin medidas correctivas claras, la inversión continuará rezagada y, por tanto, la salida del hoyo con es tan clara, pero sí los efectos adversos en el desempeño macroeconómico a mediano y largo plazo.