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“Con la inocencia y el nerviosismo del hombre humilde cuando entra a la mansión de un excéntrico millonario”, así mismo se le vio a nuestro joven e inexperto presidente en su visita al presidente de los Estados Unidos el 13 de febrero de este año, en la casa blanca. Sentado tímidamente frente al poco diplomático Trump, recibió “el contentillo que el poderoso le da al pobre” haciéndole creer que está con él y dándole la infaltable palmadita en el hombro.
Incauto Duque creyó que, con la “brillante” idea del “Cerco diplomático” emprendido hacia el nefasto gobierno de nuestra querida Venezuela (“Cerco” que nada tiene de diplomático y no ha surtido el efecto que vislumbraron los gobernantes de los países aliados para tal fin, liderados por el presidente colombiano) tendría suficiente para echarse al bolsillo al locuaz pero sagaz negociante Donald; Como quien dice: por andar azuzando contra Maduro, echándole leña al fuego … salió quemado. Eso a Trump no le importó, lo dice la calificación que del pueblo colombiano hizo por estos días en donde nos tilda de exportadores de delincuentes y le reitera a este gobierno: no hacer nada para frenar el cultivo y la exportación de cocaína.
La realidad es otra y la conocemos de siempre. Mientras los narcotraficantes sigan sacándoles millonarias sumas de dólares a los Estados Unidos - es lo que les duele a la final a los gringos - a cambio de esnifar por sus narices - les encanta - el nocivo polvo; los gobiernos estadounidenses seguirán exigiendo acabar con nuestra sagrada e inocente hoja de coca, la menos culpable de todo este embrollo. Hoy día, hay aquí mal contadas 209.000 hectáreas sembradas, ¡Fantástico! … sería, sí, estas se usaran como remedio para aliviar y curar enfermedades, eficacia comprobada en tratamientos contra: el reumatismo, cáncer de colon, el asma , la bronquitis, la obesidad, etc. No obstante, su uso es limitado como planta sagrada y sanadora; por el contrario, sigue siendo cultivada para la fabricación del adictivo y maldito alcaloide que, químicos europeos y norteamericanos, otrora les enseñaron a preparar por estas tierras a los dueños del perverso negocio.
Da desazón ver a los países, en especial el nuestro, donde se cosecha la hoja para procesar la cocaína y cumplir con la gran demanda del mercado norteamericano - ya se trafica en todo el mundo - como llevan la más pesada carga por la extinción de los cultivos a la que los obliga el país del norte. No solamente corren con el mortal daño al ecosistema, sino también con los muertos en la brutal guerra con los narcotraficantes. Política retardataria y nada inteligente en contra del criminal negocio, será un mal de nunca acabar mientras los gobiernos persistan en la desgastada estrategia y no consideren la legalización. Ley que ansían sea aprobada, los oportunistas millonarios empresarios sin escrúpulos, quienes están listos para colocarle al fatídico alcaloide la etiqueta de marca. Así lo hicieron los de la misma clase con el tabaco y el alcohol y, aliviarán sus sentimientos de culpa con el sofisma: “ La cocaína es nociva para la salud”.
Al legalizarla, el negocio pasaría a los “dignos” y “legales” nuevos empresarios. Desaparecerían los narcos, cada, tristemente adicto consumidor elegiría - como el del cigarrillo y el alcohólico - irse a la tumba sin culpar a nadie. Morirían menos policías, el daño al ecosistema sería menor, habría más tranquilidad en los campos y; la NO prohibición evitaría la tentación de los jóvenes por probar tan maligno narcótico. Unas por otras, ¡cruda realidad!