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“Como una cometa sin cola que revolotea y amenaza con caer”; así, se encuentran las propuestas anticorrupción por las que fuimos convocados los colombianos hace un año a las urnas. Unos más ilusionados que otros acudimos en torno al referendo con el fin de aprobar las débiles - risibles para los corruptos- propuestas; un paliativo más en la lucha contra semejante monstruo, pero como dice el adagio: “algo es algo, pior es nada”. Ahora pareciera que es lo último, pues quedaron en nada y se perdió esa plática. Más de $310.000 millones que salieron del bolsillo de los ciudadanos contribuyentes para la promocionada consulta.
Los pocos líderes conscientes del mal - que desangra hace rato a nuestra generosa Colombia- mezclados con los consabidos oportunistas politiqueros que, con el entusiasmo del eleva cometas echaron a volar el juguete; hoy día no se ven ni en las curvas. Parece que a los primeros - los conscientes de la noble causa - los achantaron las víboras del congreso, al mismo Mockus casi lo calcinan. Y, los segundos- los oportunistas y fastidiosos politiqueros- lograron su cometido con la bandera anticorrupción como caballito de batalla para conseguir favores burocráticos, luego arrugaron el panfleto de las 7 leyes y a la caneca fue a parar.
En el caso de la vociferante promotora de tales leyes, la exsenadora Claudia L, logró su objetivo. Acomodarse como la candidata con más posibilidades para ocupar el segundo cargo de mayor importancia en las aspiraciones de un gobernante, la Alcaldía de Bogotá, Dios nos libre de semejante alcaldesa con corbata y de sus “cortesanos - as”.
Al que se escucha por estos días, inquieto en favor de una nueva estrategia anticorrupción, es al experto burócrata, quemado en las elecciones presidenciales, el jefe “radical sin cambio”; quien desde su tribuna en El Tiempo, de los dos pasados domingos, por un lado, acertó en tildar de inocuas las propuestas que diseñaron los “locos” promotores del párrafo de arriba. Y, en contra de estas plantea algo que denomina: “Proyecto Océano”, apoyándose en un concienzudo análisis que hizo la Contraloría a más de 12 millones de registros de diferentes fuentes en todos los contratos del estado -no imagino cómo ni en cuánto tiempo lo hicieron y cuánto nos costó ese trabajito y si lo hicieron bien- , habla de $670 billones, de tecnología de punta para descubrir y enjuiciar a corruptos, contratistas, en fin, según él, es la cura contra la corrupción. Otra falacia más, mis respetados lectores.
La cura efectiva contra los corruptos, los de cuello blanco y negro, los malhechores de todos los pelambres, como decía mi abuela: “todos esos carramanes … son los que evitan la prosperidad de la buena gente colombiana”. El remedio del mal que agobia a nuestra amada patria, hace rato lo conocemos, al que se le compruebe el delito: Decomiso de todos sus bienes de inmediato y confinamiento sin contemplaciones por largos años en la cárcel. No casa por cárcel. No hay más que hacer con esa clase que se enquistó en la sociedad y que contamina con sus nefastas acciones al servidor público de menor rango y, hoy por hoy, también al del sector privado. Investiguen por qué: Singapur, Dinamarca, Nueva Zelanda, Finlandia, Suecia o Suiza; en especial Singapur, encabezan la lista de los países menos corruptos del mundo. ¿Por qué esas democracias no están en crisis?…como la nuestra.