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La presente administración con justa razón alerta sobre la enorme brecha que existe en el país entre ricos y pobres, y que se expresa en un coeficiente de Gini que nos pone como una de las naciones más desiguales de la región. Para confrontar ese reto, existen múltiples recetas económicas que los países han implementado con diferentes niveles de éxito.
En Colombia, el gobierno ha optado por una fórmula concentrada en subsidios a los más pobres con fórmulas que garantizan una pensión mínima universal e ingresos para las madres cabeza de hogar, entre muchos otros, una política proteccionista que ya está apareciendo con el anuncio de nuevos aranceles, y finalmente una mayor estatización de la economía. Si bien parecería bien intencionada, a la fecha esta fórmula no ha dado los resultados esperados, y la poca reducción de la pobreza que se ha logrado, corresponde, según los expertos, a una inercia que viene de atrás y que aún deja mucho que desear.
Cabe resaltar que esta política no ha venido acompañada de un crecimiento económico que nos permita afirmar que el modelo sea sustentable en el tiempo, ya que si no hay más recursos resultado del crecimiento difícilmente se podrá avanzar en crear una nación con mejor educación, una salud más universal, tener a la vez la capacidad de afronta los grandes costos del cambio climático y mantener una política fiscal sana, sosteniendo la avalancha de subsidios, todos estos elementos indispensables para cerrar la brecha
Pero hay otra gran brecha que refleja la situación descrita y es la brecha entre países ricos y países pobres. En dos excelentes artículos, The Economist aborda este tema sosteniendo que los grandes éxitos en acortar esta brecha se deben fundamentalmente a los logros de China, India y los países de Europa de Este, en los cuales en los últimos 20 años se han logrado avances en erradicar la pobreza y generar crecimiento económico. En el mundo en general, sostiene la publicación, se lograron avances en la reducción de la pobreza en los primeros 15 años de este siglo, pero a partir de esta fecha los países pobres se han estancado, haciendo la brecha entre ricos y pobres más notoria, y esto es cierto en regiones de África, Suramérica y el Medio Oriente. Entre las razones que aduce la revista como causa de esta desaceleración están el impacto del covid, el alza generalizada en las tasas de interés, el impacto del cambio climático y la dramática reducción de cooperación y ayuda internacional.
Pero más allá de estas causas externas, ha existido un enorme fracaso en la formulación de nuevas ideas que permitan el crecimiento necesario para cerrar brechas tanto al interior como entre los países. Los países pobres, en su mayoría, y eso incluye a Colombia, han querido enfrentar esta situación con mayor intervención estatal, acaparando cada vez más ámbitos donde sector privado ha demostrado ser más eficiente, restringiendo la economía de mercado y cerrando cada vez más sus economías con políticas proteccionistas negándose las eficiencias de la globalización.
En la gran mayoría de casos, en estos países pobres impera una gran inestabilidad e incertidumbre política que se suma a los factores ya mencionados. Esa inestabilidad y ese afán, que raya en el populismo, por cerrar brechas han resultado en procesos hiperinflacionarios como los de Argentina y Venezuela, con mayor pobreza y mayor rezago frente a los países ricos. Colombia no está exenta de caer es esa trampa.