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Analistas 15/05/2024

Capacidad de asombro

Carlos Ronderos
Consultor en Comercio y Negocios Internacionales

Toda modificación al status quo causa asombro porque la naturaleza humana hace que nos sintamos más seguros en un ambiente conocido. Algunos de esos cambios son revolucionarios e impactan y asombran a la sociedad de manera que cambian la forma en la cual esta se organiza y se comporta.

Cambios como estos han permitido el progreso de la sociedad y no han estado ajenos a controversia en su momento, precisamente por la inseguridad que produce a una sociedad transitar hacia un camino desconocido.

Dicho lo anterior es menester precisar que no todos estos cambios bruscos han resultado en mejores condiciones para la sociedad. Existen en esta modalidad de cambios revolucionarios, aquellos de naturaleza científica, los de naturaleza tecnológica y los que podríamos llamar sociales o políticos. De los dos primeros, podemos decir que han sido los grandes motores de los cambios sociales.

Desde los motores de combustión que hicieron posible la revolución industrial del siglo XIX, pasando por el internet que hizo posible la revolución digital y lo que estamos presenciando en el sigo XXI con la inteligencia artificial, la tecnología y el conocimiento han sido los motores de las sociedades y han producido la mayor capacidad de asombro.

Es en las ciencias sociales y en particular en la ciencia política donde se encuentra que estos cambios bruscos no dan los resultados anunciados. Formulaciones “científicas” como aquella de la inevitable Lucha de Clases que con lujo de detalle formuló Marx en los tres tomos del capital con la base científica del Materialismo Histórico, condujeron a los experimentos sociales más macabros desde la Rusia de Stalin, pasando por la Cambodia de Pol Pot, hasta los casos más cercanos de la Cuba de Fidel y la Venezuela de Chávez y Maduro.

Complementario a esta inevitable confrontación social se formuló un Estado poderoso dueño de los medios de producción y del capital que de manera benevolente procura la idealizada igualdad neutralizando la lucha de clases mediante la dictadura del proletariado, pero que al igual que su génesis ha resultado en destrucción de vidas y de riqueza y la proliferación de la miseria.

Cuando en Colombia se vieron los primeros pinitos de este experimento social, en su versión latinoamericana y tropical nos asombramos. A medida que se va avanzando en un discurso que fomenta la lucha de clases y que se quiere estatizar la salud, elementos del sistema financiero y montar un andamiaje de subsidios irresponsables el asombro fue aún mayor.

Impávidos hemos presenciado esa rápida transición, para la cual no hay barrera ética, ya que si se es necesario, se compran congresistas o se legitiman delincuentes, o simplemente se vive en el discurso de la post verdad. Los encuentros de barriada en los que como estrategia ha buscado trinchera el Presidente traen anuncios cada vez más apocalípticos y llamados más vehementes al levantamiento contra las instituciones, y ahí estamos perdiendo la capacidad de asombro porque cualquier cosa es posible.

Ya nada asombra y la capacidad de asombro ha sido reemplazada por el miedo y la impotencia, pero aún así amplios sectores de la sociedad se manifestaron y lejos de ser escuchados fueron estigmatizados y encajados en la categoría de oligarcas, narcotraficantes y enemigos del pueblo, alimentando el discurso de odios y pavimentando el camino al Estado totalitario, donde la única verdad está en cabeza del presidente. Vamos por mal camino.

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