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Nuevamente se ha abierto el debate acerca de una organización federal para la Nación y se hace un llamado a abandonar el centralismo imperante en el país desde la Constitución de 1886 e iniciar una nueva etapa en la vida nacional en la cual las regiones tengan la capacidad de autogobernarse con una limitada intervención del gobierno central. Y digo nuevamente porque ciertamente el federalismo no es un tema nuevo en Colombia. Primero en la Constitución de 1853 y luego en la Constitución de 1863 el país se organizó como una República Federal: Los Estados Unidos de Colombia.
Esos primeros intentos de federalismo fueron un total fracaso dada la falta de madurez política y la incapacidad por parte de gobiernos regionales de darse una organización administrativa y fiscal sostenible. Conflictos entre los pretendientes a gobernar estos estados independientes llevaron a cientos de guerras civiles locales que fueron diezmando la situación política y social al extremo de generar otra guerra civil, esa de carácter nacional que concluyó con el triunfo de un estado centralista consagrado en la Constitución de 1886.
Si bien seguimos en un estado centralista, es necesario reconocer se han hecho esfuerzos con la Ley 11 de 1886 que reglamentó la elección popular de alcaldes y la Constitución de 1991 que introdujo la elección popular de gobernadores y las transferencias que hoy son cruciales ingresos para las regiones. Para avanzar en el debate se hace necesario evaluar los resultados de esos ensayos descentralizadores. Para ello cabe formularse dos preguntas. ¿Se ha logrado una mayor madurez política en las regiones en virtud de estas elecciones? ¿El manejo de un presupuesto que transfiere más recursos a las regiones ha sido factor determinante en el crecimiento económico y bienestar de las regiones?
No hay duda que las elecciones tanto de alcaldes como de gobernadores han empoderado a la regiones dando las posibilidad de exigir mayor atención de parte del estado central. Hoy tanto los alcaldes como los gobernadores asociados en confederaciones tienen para las regiones un apalancamiento que permite un menor desequilibrio entre nación y regiones. Adicionalmente es necesario reconocer que algunos departamentos y alcaldías, la elección popular ha traído progreso y transformaciones fundamentales, baste mencionar los casos de Medellín, Valledupar, Córdoba y Barranquilla que ha sido municipios que se han transformado resultado de la gestión de sus mandatarios. Pero, así como hay departamentos y municipios que se han beneficiado de esta descentralización otros han sucumbido ante la corrupción resultado del fortalecimiento que esta autonomía les otorgó a viejas castas políticas que por años manejaron la política de esas regiones y otras que surgieron en esta coyuntura.
Todos sabemos que se han consolidado poderes locales que han sido nefastos y que ha llevado a muchos a cuestionar los beneficios de esta descentralización. Pero aún con estas críticas es necesario seguir fortaleciendo el proceso descentralizador porque parte de esa descomposición política provienes del poder corruptor del gobierno central que en la búsqueda de votos en el Congreso y en las elecciones presidenciales, dispensan la administración de entidades a nivel regional para el provecho político y personal de esas castas sin que la población local pueda decidir. ¿Avanzaremos a los Estados Unidos de Colombia?