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Gran satisfacción en los medios gubernamentales por el resultado del Ranking de Competitvidad de Instituto IMD que mostró que el país escaló seis posiciones al pasar del puesto 58 en 2018 al puesto 52 en el presente año. Sin lugar a dudas, estos indicadores del país debe alegrar no solo al Gobierno sino a todos los colombianos, no obstante es conveniente analizar la cifra y ver qué es lo que verdaderamente significa.
Si bien ascendimos seis puestos debemos tener en cuenta que con la actual posición aun estamos peor clasificados que en 2015 y 2016, años en los cuales Colombia ocupó el puesto 51. Lo anterior quiere decir que en el mediano plazo (cinco años) el país no ha ganado en competitividad frente a otros países del mundo; por el contrario hemos cedido terreno. El informe de 2019 que nos vuelve a poner en los niveles cercanos a 2015 resalta lo que a consideración de los investigadores son los principales retos del país y no sorprende ver que son aquellos que año tras año se repiten.
La lista del IMD incluye como los principales retos (i) mejorar la inclusión social; (ii) reducir la inequidad; (iii) reactivar la economía con una reducción a los impuestos a los negocios y promover la formalización para lograr un crecimiento superior al 4%; (iv) fortalecer la lucha contra la corrupción; (v) garantizar niveles óptimos de seguridad a lo largo del territorio nacional. Como vemos, esta lista nos dice lo que nosotros ya sabemos sin que hayamos logrado avanzar de manera significativa. Temas recurrentes que se traducen en bajo crecimiento y mala calidad de vida para los ciudadanos.
Cabe en este contexto preguntarse qué es la competitividad para entender de que estamos hablando cuando se analiza este índice o aquel del Foro Económico Mundial. Competitividad no es competencia entre los países. Esa noción llevaría a protegernos de todos aquellos que sean mas competitivos que nosotros mediante herramientas como aranceles y trabas al comercio y caer en el concepto de guerra comercial por la que algunos abogan hoy en día. La competitividad no es, pues, un indicador que muestra como estamos preparados para una Guerra Mundial del comercio en la cual Colombia en el puesto 52 debería buscar relacionarse comercialmente solamente con aquellos que estén más abajo en el ranking. Por el contrario, Colombia deriva grandes beneficios de relacionarse con aquellos países mejor posicionados en la tabla y son estos los que compran la gran mayoría de lo que tenemos para venderle al mundo.
Sobre el concepto de competitividad, existe desde años una controversia, pero más allá del debate, las entidades encargadas de las estrategias de competitividad tanto en Estados Unidos como en Europa definen la competitividad como la capacidad que tiene un país de mejorar la calidad y los estándares de vida de sus ciudadanos a la vez que se expone al mercado internacional. Esta definición obliga a que cuando hablamos de competitividad no debemos mirar hacia afuera sino hacia adentro del país y responder básicamente si somos capaces de proveer salud a todos nuestros ciudadanos, de erradicar la desnutrición, elevar los niveles educativos y dotar a los ciudadanos de vivienda e infraestructura de servicios públicos adecuadas. Si logramos estos propósitos, vamos a ser más competitivos porque estaremos mejorando la calidad de vida de nuestra población.
Para lograr estos cometidos, tenemos que afrontar los retos que destaca el IMD y, como puede apreciarse, no se refieren a al comercio exterior sino al bienestar interior.