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Frente al reto de escribir una historia de España, el historiador inglés Paul Preston se ingenió una fórmula que le permitió explicar el caos en España desde Primo de Rivera hasta el inicio de la democracia post franquista y fue aquella de Corrupción + Ineficiencia=División Social. Tomo prestada esta fórmula, con gran preocupación, para entender la realidad que vivimos en Colombia.
Y digo con gran preocupación porque lo que vivió España en ese período fue el saqueo de la Nación por parte de los diferentes regímenes que tuvieron el poder, una sangrienta guerra civil que llevó al exilio de miles de españoles y una de las dictaduras más atroces del siglo XX.
El escenario se nos presente parecido. Generó gran controversia el presidente Turbay cuando hizo un llamado a llevar la corrupción a justas proporciones, pero ya entrado este siglo ese parecería ser un llamado a la sensatez.
En 2018 se realizó la Consulta Popular Anticorrupción, que no logró la votación necesaria y acabó en algunas normas inocuas que tramitó la administración Duque. Un lustro después y con múltiples órganos e instituciones para garantizar la transparencia como son contralorías nacionales y locales, Procuraduría, jueces y Fiscalía, la corrupción está desatada, descarada e impune
La ineficiencia está a la orden del día. Ya la ciudadanía frustrada reclama “que roben, pero que hagan las obras”, queriendo indicar que difícilmente existe gasto público acompañado de resultados satisfactorios. En ese tándem de corrupción e ineficiencia, el país se tercia contra la corrupción como si la ineficiencia en sí misma no fuese una forma de corrupción.
En los debates que se han suscitado alrededor del sistema de salud de los maestros y los audios del ministro Jaramillo, este controvertido personaje reclamaba que se sentía tranquilo por que en las revelaciones no se le acusaba de corrupción, como si fuera poca cosa dejar a la deriva a maestros y sus familias. Ineficiencia fue lo que llevó al asesinato del director de La Modelo, lo que explica la baja ejecución presupuestal y el gran número de iniciativas que yacen el sueño de los justos.
Producto de la corrupción y la ineficiencia, Colombia se está convirtiendo en una Nación sin resultados, o para usar un término más técnico, en un Estado fallido. El Congreso es corrupto e ineficiente, o solo eficiente cuando la corrupción aceita la maquinaria, el Ejército da cada día más muestras de corrupción e ineficiencia, y lo mismo podemos decir de la justicia y, sobre todo, del poder Ejecutivo.
En este escenario y ante la frustración, hay una creciente apatía y un desinterés de los ciudadanos, mientras las camarillas que medran y se benefician de la corrupción y la ineficiencia defienden a capa y espada sus oscuros intereses arropados en banderas políticas.
La carencia de argumentos de estas camarillas necesariamente lleva a la radicalización, ya que no hay lugar para el debate de las ideas. Ni la realidad ni la coyuntura del momento cambian el discurso, sino que lo profundizan llevando al país al borde de una nueva violencia, colocándonos en las puertas de una guerra civil ampliada con militantes de primeras líneas y paramilitares de extrema derecha, desatando confrontaciones cuyas primeras manifestaciones ya hemos visto.
El resultado de estos escenarios históricamente han sido las dictaduras, y me pregunto si todavía estamos a tiempo de lanzarle un salvavidas a la democracia.