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No cabe duda que tanto a nivel global como en nuestro entorno hay una crisis de liderazgo. La evidencia máxima es la polarización, dado que no existe una figura capaz de cohesionar a una nación más allá de las cosas que la dividen.
La historia nos muestra casos de liderazgo en medio de la polarización, y tal vez los más sobresalientes son los de Winston Churchill, que unió a su país para enfrentar a Alemania en un ambiente de “apaciguamiento”, como se le conoció a la política exterior que le precedió, y desde luego de Franklin D Roosevelt, que recogió una nación sumida en la severa crisis económica, aquella de 1930, y estableció un derrotero que puso a su país en el liderazgo mundial.
Lo interesante de estos dos casos es que se refieren a dos situaciones diametralmente diferentes; una de guerra y otra de crisis económica y las dos combinadas son, si se quiere, la que hoy se nos presenta. Una guerra, no contra los nazis, sino contra un enemigo esquivo y una crisis económica similar a la vivida en el 30. En el primer frente pocos líderes han logrado unificar a lo largo de la pandemia a sus naciones en torno a ganar esta batalla.
Con pocas excepciones como Nueva Zelandia y Suecia, las naciones ha estado dando bandazos que van del cierre total a la angustia económica, perdiendo a lo largo de este cambio de políticas, liderazgo y capacidad de llevar a sus naciones a buen puerto en este escenario incierto. En el campo económico tampoco parece haber fuerza en los líderes que lleven a una recuperación pronta de los indicadores económicos, ya que más allá de las formuladas de gasto público ensayadas en la crisis del 30, ha existido poca audacia queriéndose resolver problemas extraordinarios con medidas ordinarias.
Liderazgos existen…en las redes sociales, si por liderazgo se entiende tener un gran número de seguidores, en algunos casos en los millones. Liderazgos que se construyen en porciones de 240 caracteres que son mensajes efectistas que llegan más a las emociones que al raciocinio y a la construcciones de ideas coherentes respecto al manejo de la actual coyuntura, la más difícil que hemos visto en el último siglo. Liderazgos que por apelar a las emociones dividen, pues son visceralmente diferentes las emociones que se manifiestan en diversos dogmas ideológicos que forman parte de los pedazos en que están fragmentadas las sociedades.
Los escenarios políticos son muestra de esa falta de líderes. El Partido Demócrata de los Estados Unidos partió con algo más diez candidatos y terminó por escoger a Biden, un candidato ya derrotado y sin mayor carisma, mientras los Republicanos se aferran parcialmente divididos a la figura divisiva de Trump. Y si por allí llueve, por aquí no escampa.
A dos años de culminarse el actual periodo presidencial salen al ruedo candidatos a granel, sin gran liderazgo, que más que un proyecto de nación tienen en sus mentes un proyecto personal. Y surgen candidatos a diestra y siniestra por el desgaste prematuro que ha sufrido el presidente Duque, que además de no haber logrado consensos, le tocó bailar con la más fea.
La crisis de liderazgo se hace extensiva a otros campos. El Congreso, incapaz de se ser fuente inspiradora en momentos de crisis, se enfrasca en su cotidiana mediocridad, mientras que los sabios económicos se aferran a la ortodoxia como si los miles desempleados y el descontento social dieran espera. Recordemos las fórmulas ortodoxas de Macri en la Argentina!!!